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Authors: Megan McDonald

Tags: #Infantil y juvenil

Judy Moody Adivina El Futuro (4 page)

—¡Mira! ¡Dice que Jeane Dixon veía cosas en la nata montada! —exclamó Frank.

—Yo también he visto cosas en la nata montada. Montones de veces.

—¿Como qué?

—Como trocitos de chocolate —respondió Judy, y los dos se partieron de risa—. Eh, mira esto. Este libro puede servirnos para el examen de mañana.

—Que no.

—Que sí. ¿Ves a este tipo?

—¿El calvo de la pajarita?

—Sí. Aquí dice que vivía en Virginia. Le llamaban el Profeta Durmiente. Cuando tenía nuestra edad, hace como un siglo, lo pasó mal en el colegio por la ortografía. Una noche se quedó dormido con el libro de ortografía debajo de la cabeza. Al despertarse se lo sabía de cabo a rabo. ¡QUÉ CURIOSO!

—Voy a seguir estudiando —dijo Frank.

—¡Pues yo no! —Judy se puso el abrigo.

—¿Qué vas a hacer?

—Me voy a casa a dormir.

* * *

Cuando Judy llegó a casa vio a Stink en la puerta.

—No tengo que estudiar para el examen de Lengua —dijo, y le dio un abrazo de los fuertes.

—¿Por qué has hecho esto? —preguntó Stink.

—Pues por eso.

—Pues ¿por qué?

—Pues porque mañana me voy a saber montones y montones de palabras como «madreselva».

—¿Madrequé?

—Una enredadera. Se enrosca a los árboles.

—Pues vete a abrazar a un árbol —dijo Stink.

Pero lo que Judy fue a buscar fue el diccionario. El más grueso de toda la casa. Lo sacó del despacho de su madre y cargó con él hasta su cuarto. No lo abrió, ni miró nada dentro. Dejó el gran diccionario rojo debajo de la almohada y luego se puso el pijama calentito de bolos. Se imaginó que las bolas eran de cristal. Cuando se cepilló los dientes creyó ver una letra en el dentífrico. La D de Diccionario.

Se metió en la cama y se recostó en la almohada. ¡Ay! Qué duro. Colocó encima otras dos almohadas y se dispuso a soñar.

Antes de quedarse dormida soñó que ganaba el concurso de ortografía de Virginia, igual que había hecho Jessica. Soñó que el señor Todd sonreía al devolverle los exámenes. Sobre todo, soñó que en el examen de Lengua sacaba un diez, por cero errores más la palabra extra.

Tenía muchas ganas de ir al colegio a la mañana siguiente. Por primera vez, ella, Judy Moody, y no Jessica Finch (suspenso seguro), conseguiría una pegatina de Thomas Jefferson con tricornio por su
buen trabajo
y su
buen discurrir
.

Hipopótamo ridículo

Al despertarse a la mañana siguiente, tenía el cuello más duro que una calabaza. Pero no le había crecido nada la cabeza, ni le pesaba más porque estuviera cargada de muchas palabras nuevas. Se miró en el espejo. La misma cabeza-de-Judy que siempre.

En el desayuno se quedó mirando los huevos, como Jeane Dixon, famosa adivina americana. ¡Le pareció notar un terremoto!

El terremoto era Stink, que estaba echando ketchup a los huevos.

—¡Eso es
absurdo
, Stink! —dijo Judy.

—¿Qué significa eso?


Ridículo
—dijo Judy.

—Parecido a tonto —contestó su madre.

—Piensa en
hipopótamo
—añadió Judy.

¡QUÉ CURIOSO! ¡Lo del diccionario bajo la almohada funcionaba de verdad! Salían de su boca palabras largas a toda velocidad.

Judy estaba encantada de la vida, de color púrpura. Ojalá pudiera llevar el anillo del humor a clase. Si la dejaran…

En el autobús, Judy le dijo a Rocky que su nuevo truco de magia era
desconcertante
.

En clase, Frank le dio a Judy un jabón de hotel de su colección.

—Es que ya lo tengo —y se lo entregó.

Judy le contestó que era un regalo
inesperado
.

Luego preguntó a Jessica Finch (suspenso seguro) si se hada ilusiones con el examen de Lengua
anticipadamente
.

—¿Por qué hablas tan raro? —preguntó Jessica.

El señor Todd repartió las hojas del examen.

—Sólo quedan cuatro días para que venga nuestra visita especial.

Algo había cambiado. Algo era diferente,
singular
e
insólito
. ¡El señor Todd llevaba gafas nuevas! ¡Y corbata con dibujos de ceras! Él nunca se había arreglado para un examen…

—Sus gafas nuevas son muy
distinguidas
—dijo Judy.

—Gracias, Judy —dijo el señor Todd con una sonrisa.

Durante el examen, el lápiz Gruñón de Judy Moody se deslizó por la hoja como nunca. Casi no tuvo que borrar, salvo la palabra «calabacín».

¡Y empleó la palabra extra en una frase! «Cera». ¿Qué clase de palabra extra era «cera»? El señor Todd tenía la cabeza llena de ceras. Sin duda alguna.

«Madame M adivina que la Dama de las Ceras vendrá pronto a Tercero a ver la corbata de ceras del señor Todd».

¡La frase de Judy con la palabra extra era casi un párrafo! ¡Y la había empleado dos veces! ¡Qué CURIOSO!

Judy fue la primera en acabar, antes incluso que Jessica Finch. ¡Jessica no estaba utilizando su lápiz de la suerte! ¿En qué estaba pensando esa chica?

* * *

A la hora de comer, ella, Judy Moody, estaba de humor adivino. Les dijo a todos:

—No abráis todavía la comida. Madame M va a adivinar lo que hay dentro.

—Date prisa —pidió Rocky—. Tengo hambre.

Judy cerró los ojos. Iba a ser muy fácil.

—Veo mortadela. Sándwiches de mortadela.

Rocky, Frank y Jessica levantaron sus sándwiches de mortadela. Se quedaron todos impresionados.

Llegó el momento que había estado esperando.

—Voy a adivinar otra cosa —dijo Judy en voz alta—. Sobre mañana. Algo importante. Algo que no ha pasado nunca en clase.

—¿Ah sí? ¡Dínoslo! ¿Qué?

—¡Yo, Judy Moody, voy a sacar un 10 en el examen de Lengua, por cero errores más la palabra extra! Que conste.

—Eso es tan ridículo como un H-I-P-O-P-Ó-T-A-M-O —dijo Jessica.

—Ni siquiera has estudiado —dijo Frank.

—Nunca has sacado un 10 en Lengua —dijo Rocky.

—Muchas gracias —protestó Judy. «¡Menudo montón de comedores de mortadela!»—. Eso era antes de convertirme en la Escritora Durmiente, antes de aprender a dormir con el diccionario debajo de la almohada.

—Pero el señor Todd no nos ha devuelto todavía los exámenes —le recordó Frank—. No sabes si da resultado.

Judy puso los ojos en blanco e hizo ruidos como si estuviera pensando.

—Hummm, ba-ba, hummm. El señor Todd está corrigiendo los exámenes ahora mismo. Veo una pegatina de Thomas Jefferson. Un tricornio. Por
buen trabajo
y
buen discurrir
.

—¡Estás chiflada! —dijo Rocky a Judy.

—Llamadme la Escritora Durmiente —exigió ella.

Antártida

Judy adivinó que sería difícil quedarse sentada hasta que el señor Todd devolviera los exámenes, y acertó.

Por fin llegó el momento.

—Buen trabajo. Sigue así —iba diciendo el señor Todd mientras recorría la clase devolviendo exámenes y repartiendo galletas. Galletas en forma de corazón. ¡Con chocolate! Y estaba canturreando. ¡El señor Todd no canturreaba nunca, ni traía galletas en forma de corazón con chocolate! Ni siquiera por San Valentín, y ese día no era nada especial.

Tenía que ser una señal, una señal de que ella, la Escritora Durmiente, había hecho un examen de Lengua superestupendo. Sí, seguramente, eso habría puesto al señor Todd de tan buen humor.

En menos de un minuto toda la clase vería que ella, Madame M, tenía PEE: Poderes Especiales para Escribir. Igual que Jeane Dixon, famosa adivina americana, y que el Escritor Dormido.

En menos de un minuto, Judy recibió su examen. Y la única galleta que quedaba era un corazón roto.

¡Algo iba mal! No había conseguido una pegatina de Thomas Jefferson por el examen. El señor Todd le dio una pluma. ¡Una pluma de ganso! Eso significaba
sigue intentándolo y tienes que trabajar más
. Una pluma era tan
ridícula
como un
hipopótamo
.

Al final del examen había una nota del señor Todd que decía: «
Tortilla
se escribe con
ll
.
Zigzag
es una sola palabra».

Judy no entendía por qué
tortiya
se escribía con
ll
. Y
zig
y
zag
le seguían pareciendo dos palabras. ¿Quién había escrito el diccionario? Se iban a enterar de quién era ella.

Todos los ojos estaban fijos en Judy. Se puso roja hasta las orejas, como el gran diccionario, pensando «tierra trágame». La Escritora Durmiente era un fracaso, una decepción. La Escritora Durmiente era una gran farsante.

¡A lo mejor también le habían dado una pluma de ganso a Jessica Finch (suspenso seguro)! Judy sabía que era un pensamiento provocado por su mal humor. Judy sabía que debía fijarse sólo en su propio examen, pero no pudo evitarlo y se dio la vuelta.

Jessica Finch estaba radiante y resplandeciente. Como el día que ganó el concurso de ortografía y salió su foto en el periódico, Jessica estaba orgulloso con el examen en alto para que Judy lo viera.

—¡Lo sabía! —exclamó Jessica—. ¡He conseguido un tricornio de Thomas Jefferson!

Un tricornio no significaba decepción ni
Más suerte la próxima vez. Sigue intentándolo. ¡Practica más!
Un tricornio significaba
¡Muy bien!

—¿Cómo que lo sabías? —preguntó Judy.

Se suponía que era Judy quien adivinaba el futuro, no Jessica Finch.

—He utilizado el cerebro —dijo Jessica—. Hay gente que estudia.

Judy estaba verde. No le hacía ninguna falta el anillo del humor para demostrarlo.

Todos murmuraron. Se volvieron hacia Judy como un enjambre de abejas.

—¿Eh, qué le ha pasado a la Escritora Durmiente?

—¡La Escritora Durmiente se ha quedado dormida!

Judy Moody los fulminó a todos con una mirada digna de una enredadera de Virginia.

—Callaos —dijo el señor Todd—. Ya sabéis que cada uno debe ocuparse de sus propios exámenes.

—Pero señor Todd, es que fue Judy Moody quien lo dijo. Nos lo contó. Adivinó que sacaría un 10 en el examen. ¡Y se ha EQUIVOCADO!

—¡Nadie puede adivinar el futuro! —dijo Rocky—. ¿Verdad, señor Todd?

—En realidad, nuestro futuro depende mucho de nosotros. De manera que, en el futuro, espero que os dediquéis cada uno a vuestro trabajo y no al del vecino.

Eso hizo callar a todos.

—Ahora vamos a pasar a… Ciencias. Sacad los cuadernos del clima.

Judy no sacó su cuaderno del clima. Estaba comparando su examen con el de Jessica Finch.

—Judy —dijo el señor Todd—, me temo que no has oído ni una palabra de lo que he dicho. Voy a tener que pedirte que te vayas a la Antártida.

¡La Antártida!

La Antártida era un pupitre del fondo de la clase con un mapa encima. Un mapa con un montón de icebergs y un montón de pingüinos. Y un cartel en el que ponía «TRANQUI». También podría haber puesto «EN APUROS».

Judy miró al señor Todd. Ya no parecía para nada el señor Gafas Nuevas, el señor Corbata de Ceras, el profesor que llevaba galletas en forma de corazón a la clase. Parecía el señor Todo.

Judy agachó la cabeza y se fue al pupitre del fondo de la clase. Jessica Finch era Thomas Jefferson. Y ella, Judy Moody, era presidenta de la Antártida.

Judy estaba rabiosa. ¿Cómo iba a adivinar el futuro Madame M si no sabía adivinar un miserable examen?

Lo que sí podía adivinar era el clima. En la Antártida hacía frío. Un frío que pelaba.

—De acuerdo —dijo el señor Todd—. Ahora toca hacer los informes meteorológicos. ¿Quién va a ser hoy el reportero?

Informe meteorológico desde la Antártida: nuboso con posibilidades de no conseguir nunca una pegatina de Thomas Jefferson.

Una CMI

Jessica Finch le preguntó a Judy cuando volvió a su sitio:

—¿Qué tal la Antártida?

—Lejos.

¿Qué le importaba a Jessica Finch?

Judy estaba de un humor de perros. Estaba hundida y hecha polvo. Ella, Madame M, no sabía adivinar el futuro. Ni el suyo ni el de nadie. No sabía adivinar ni lo que iba a pasar dentro de una hora, ni de un minuto, ni de un segundo. El futuro era impredecible. Y punto.

En aquel mismo momento decidió dejar de adivinar el futuro. Para siempre. Se puso de un humor triste, tristísimo.

En el recreo de la tarde fue hasta la fuente arrastrando los pies.

—Hola, Judy, ¿te pasa algo? —le preguntó Jessica Finch con mucho interés.

—Pues que soy un fracaso. No sé adivinar el futuro. Deberíais llamarme Madame Camelo.

—¡De acuerdo, Madame Camelo! —dijo Jessica Finch, riéndose—. Si tú lo dices… Pero yo sé una cosa para adivinar el futuro. Algo que NUNCA falla.

Al abrir la fuente, Judy se mojó sin querer. ¿Cómo sabía tanto de adivinación del futuro Jessica Finch?

—¿De verdad?

—De verdad.

—¿Nunca?

—¡Nunca! Mañana te la traigo. Piensa en algo que quieras preguntar. Algo que tengas dentro. Algo que te preocupe, una CMI.

—¿CMI?

—Cuestión Muy Importante —contestó Jessica.

* * *

A Judy se le hizo difícil la espera. Fue incapaz de pensar en otra cosa. Apenas pudo dormir, aun sin el grueso diccionario rojo.

Judy le dio vueltas y más vueltas. Pensó en algo que tuviera dentro. Pensó en algo que le preocupase. De repente, se le ocurrió una CMI verdaderamente importante.

* * *

El jueves por la mañana Judy llegó temprano al colegio. Fue derecha a Jessica Finch.

—¿Has traído eso?

Jessica abrió su mochila rosa de plástico y sacó una bola amarilla brillante con una cara sonriente pintada.

—¡La Bola Mágica 8! —exclamó Jessica.

—Ésa no es una Bola Mágica —le aseguró Judy.

—Sí que lo es. Te lo demostraré.

—¿Voy a ser yo siempre la mejor del colegio en ortografía? —preguntó Jessica a la bola.

La respuesta apareció en el visor de un pequeño triángulo que flotaba en un líquido azul.

Has ganado
.

—¿Lo ves? Prueba tú.

Judy decidió preguntar primero una cuestión práctica.

—¿Se va a poner alguna vez púrpura mi anillo del humor? —y agitó la bola.

Eres maravillosa
.

—Otra vez —dijo Jessica.

—¿Se va a poner alguna vez púrpura mi anillo del humor?

Bonita ropa
.

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