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Authors: Gabriel Rolón

Tags: #Amor, Ensayo, Psicoanálisis

Encuentros (El lado B del amor)

 

«No es cierto que el amor todo lo puede. No es cierto que el que ama no puede engañar. No es cierto que a la relación amorosa no haya que ponerle condiciones. No es cierto que el amor y el deseo vayan siempre de la mano. Pero decir que todo esto no es cierto no implica que sea imposible»
, escribe Gabriel Rolón en el epílogo de su nuevo libro.

Y es que, en contra de lo esperable —y esperado— de un libro sobre el amor,
Encuentros
se mete de lleno en los pliegues de un tema tan viejo como la humanidad: los celos y el deseo, la infidelidad, la pareja y la sexualidad, las relaciones entre padres e hijos, el enamoramiento y la ilusión vana de lo «eterno». Así, este «lado B del amor» cuestiona esos lugares comunes que atraviesan el decir cotidiano y que, más de una vez, nos hacen tomar decisiones equivocadas que nos precipitan hacia la angustia, el dolor y la desilusión.

Sin embargo, lejos de una postura cínica o sombría, la siempre lúcida y aguda mirada del autor de
Historias de diván
arroja luz y hace de
Encuentros
—fruto de un ida y vuelta, cara a cara, entre el autor y sus lectores— un material indispensable para entender que, a pesar de sus asperezas, el amor es, sin lugar a dudas, el motor más importante de la vida.

Gabriel Rolón

Encuentros

(El lado B del amor)

ePUB v1.0

seasunny
25.08.12

Título original:
Encuentros

Gabriel Rolón, Abril 2012.

Diseño/retoque portada: Juan Marcos Ventura

Editor original: seasunny (v1.0)

ePub base v2.0

A mi maestro, Horacio

Manfredi, quien compartió

conmigo su conocimiento y

me contagió la ética y la

pasión por el psicoanálisis

Si no creyera en lo más duro,

si no creyera en el deseo,

si no creyera en lo que creo,

si no creyera en algo puro.

Si no creyera en cada herida,

si no creyera en la que ronde,

si no creyera en lo que esconde,

hacerse hermano de la vida.

Si no creyera en quien me escucha,

si no creyera en lo que duele,

si no creyera en lo que quede,

si no creyera en los que luchan.

Si no creyera en lo que agencio,

si no creyera en mi camino,

si no creyera en mi sonido,

si no creyera en mi silencio…

SILVIO RODRÍGUEZ

Prólogo

Los cafés de Buenos Aires tienen un encanto particular. Ya sea como escenario de encuentros amistosos, desayunos solitarios o rincones de lectura, se esparcen por la ciudad alojando al pensamiento, la tristeza, el aburrimiento o, simplemente, matizando una espera.

Por sus ventanales se ve desfilar a la gente que, inmersa en sus mundos, pasa por la calle. Algunos apurados, otros distraídos. Hasta que alguien abre la puerta, elije una mesa y se adueña de un espacio que, por algunos minutos, se vuelve absolutamente propio.

Así lo he hecho yo también y, durante muchos años, han sido mi sala de estudio, mi lugar de trabajo y el sitio en el que tomé algunas de las decisiones más importantes de mi vida.

Pero lo que nunca imaginé es que uno de esos bares iba a convertirse en el ámbito en el cual iba a encontrarme con la gente para dialogar acerca de temas tales como la sexualidad, la adolescencia, la paternidad o la muerte. Por eso mismo, cuando surgió la idea de hacer el primer ciclo de encuentros con el título
Charlas de diván
, me pareció, si no una locura, al menos una excentricidad: ¿quién iba a levantarse un sábado a la mañana en pleno invierno porteño para ir hasta un café a desayunar y a escuchar a alguien que iba a decirle que el amor no siempre es algo maravilloso y que todos nos vamos a morir?

Sin embargo acepté el ofrecimiento y, a la espera de un disfrute que durara al menos unas pocas semanas, fui aquella primera mañana de mayo hasta Clásica y Moderna, lugar que era, aunque nadie lo supiera, parte de mi historia más íntima. Allí pasé horas estudiando durante mi etapa universitaria, allí leí alguno de los libros que me marcaron, allí escuché emocionado a artistas admirables y, también allí, me despedí para siempre de personas muy queridas.

Pero ahora era distinto.

Ahora llegaba para intentar reflexionar junto a otros, de un modo accesible, pero no por eso menos profundo, sobre aquellos temas que, como analista, escucho transitar no sólo en mi consultorio, sino también en el relato de amigos, familiares o desconocidos a los que he visto padecer en silencio.

La elección de los temas siguió una lógica simple. Dado el interés que habían despertado mis libros
Historias de diván
y
Palabras cruzadas
, me pareció interesante retomar la problemática de cada uno de los casos presentados en ellos y desarrollarlos con mayor profundidad, teniendo la posibilidad de recurrir a esas historias como referentes a los que apelar a la hora en la que fuera necesaria la ejemplificación. Aunque la dinámica que fueron tomando aquellos encuentros me llevó a incorporar, también, extractos de otros casos clínicos, además de escenas de películas, poesías y relatos históricos o mitológicos.

De esa manera, el miedo a la soledad, la infidelidad, los duelos, los celos, la sexualidad infantil, los pactos de silencio en la familia, la culpa, la angustia ante la muerte, los amores peligrosos, los ataques de pánico y la adolescencia fueron compañeros intelectuales de cada semana.

Para mi sorpresa, la gente no sólo acompañó masivamente el desarrollo de todo ese primer ciclo, sino que además propició con su deseo la continuidad de estos encuentros y tuvimos que planificar un nuevo período.

«¿Qué vas a dar en el segundo ciclo?», me preguntó alguien que había asistido a casi todos los encuentros, y ahí comprendí que esta hermosa aventura se había convertido para muchos —incluido yo mismo— en un momento esperado.

Armados de cuaderno y lapicera, estaban quienes venían a las charlas como si se tratara de un seminario académico. Tomaban notas, hacían preguntas y citaban conceptos que habíamos transitado en encuentros anteriores.

Inesperado, es cierto… pero estábamos en Buenos Aires, la capital mundial del Psicoanálisis, y por eso no era extraño que la gente se apasionara de esa manera ante la posibilidad de compartir dos horas de reflexión sobre los temas propuestos.

Buenos Aires y el Psicoanálisis… Todo un tema.

Cierta vez dijo el poeta Horacio Ferrer, haciendo referencia al bandoneón —instrumento de origen alemán— que no era sino «… un ave wagneriana que anidó en Buenos Aires porque intuyó que aquí lo estaría esperando Pichuco».

Del mismo modo, muchas veces me han consultado mi opinión acerca del porqué de ese amor, de esa pasión extraordinaria que existe entre la Argentina y el Psicoanálisis y, como soy argentino y psicoanalista, me permito aventurar una idea que tal vez sea más poética que verdadera, pero que aun así quisiera compartir con los lectores. Después de todo, me asiste la libertad del error y el pensamiento.

Mi conjetura es la siguiente.

Argentina en general, y Buenos Aires en particular, es una tierra hecha de ausencias. Hija de la inmigración de hombres y mujeres que huyendo de la guerra, la muerte o la pobreza, dejaban sus países, sus familias, sus amigos y su idioma para buscar aquí un lugar en donde realizar sus sueños, la ciudad se fue construyendo como un espacio habitado por una imperceptible pero eficaz conciencia: vivir consiste en aceptar la falta y sobreponerse a lo perdido.

A esta inmigración se le sumó la otra, la interna, la de aquellos que al no encontrar en sus pueblos de origen la posibilidad de un trabajo que les permitiera vivir dignamente, se arrimaron a «la Capital». Y se fue configurando así una población compuesta de personas que compartían como rasgo en común el haber dejado —más lejos, más cerca— sus afectos, su forma de hablar, su gente e incluso el olor de su tierra.

Algo para nada fácil. Ya sabían los griegos que el peor de los castigos no es la muerte sino el destierro; esa condena que lleva a una persona a vivir en un sitio del que no forma parte y en el que no se reconoce a sí mismo.

De ese modo tuvimos que armar entre todos un lugar propio, un estilo nuestro en el que la necesidad afectiva nos hizo escuchas del dolor ajeno, donde el abrazo y el mate se transformaron en una ceremonia de respetuoso silencio ante la aparición de la angustia. Y así fuimos construyendo una serie de rituales compartidos que se hicieron parte de nuestro modo de ser.

Por eso, no es raro que en una tierra abonada por las lágrimas de lo perdido y el deseo de lo por venir, el psicoanálisis haya encontrado su lugar en el mundo.

Quizás ésa fuera una de las causas de esos sábados concurridos, de esas preguntas que alguien hacía, tal vez a partir de su propio dolor, acerca de los temas más complejos de la vida, los únicos verdaderamente importantes: muerte y sexualidad.

Llegado a este punto me siento en la obligación de realizar algunas aclaraciones.

  1. Éste no es un libro sobre psicoanálisis.

    Es un libro escrito desde el psicoanálisis, y no tiene la pretensión de ubicarse como un texto de consulta.

    Nace a partir de todo lo que en mí movilizaron aquellos encuentros tan cercanos con la gente, y las reflexiones que se abrieron paso en mi pensamiento a partir de sus preguntas y sus aportes. Por supuesto que no se trata de una desgrabación de lo acontecido en aquellas mañanas a pesar de que, en la medida en la que un texto lo permite, he intentado mantener el lenguaje coloquial para conservar algo de la frescura y la espontaneidad de aquellas charlas. Por eso, incluso, en muchos casos han quedado alguno de los disparadores generados por las intervenciones de los presentes bajo la forma de frases introductorias, para que el libro recupere ese clima de intercambio que caracterizó a estos ciclos y el desafío intelectual que generó la irrupción de una idea inesperada.

  2. Traduttore, traditore
    .

    Así dice el refrán, y es una manera de decir que el que traduce, traiciona; y eso es algo inevitable. Por eso, en el intento de traducir al idioma coloquial y cotidiano cuestiones tan complejas como el escenario edípico, la constitución de la identidad sexual o los caminos que llevan a la elección de objeto de amor, seguramente algunas reflexiones teóricas puedan aparecer algo forzadas.

  3. Contenido de los capítulos.

    Para este libro he seleccionado sólo aquellas charlas cuya temática giró en torno al Amor. Todas las demás desarrolladas en los otros encuentros: el duelo, la constitución de la personalidad o las estructuras psíquicas, entre muchas otras, quedan allí a la espera de una nueva oportunidad o, simplemente, a merced del polvo del olvido. El lector encontrará además dos escritos que, intercalados entre los encuentros a modo de «interludios», desarrollan de un modo un poco más complejo alguna de las ideas que aparecen en los capítulos anteriores. Es sólo el intento de profundizar un poco algunas cuestiones y el libro puede ser leído sin detenerse en ellos. Pero quienes estén interesados, creo que encontrarán allí algún estímulo más para seguir reflexionando.

  4. Tampoco es un libro de autoayuda.

    Aclarado esto, nadie se podrá sentir estafado en su buena fe. En estas páginas no van a encontrar consejos ni soluciones, sino apenas algunas reflexiones, formas de abordar el análisis y la comprensión de ciertos fenómenos pero que, de ninguna manera, pretenden ser una guía de conducta ni una suma de máximas del buen vivir.

    No es ésa mi función. Soy un analista que se ha esforzado por trabajar lo que Lacan llamó «El psicoanálisis en extensión», es decir, interrogar otros discursos y acercar algo de la complejidad del psicoanálisis a la gente «de a pie».

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