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Authors: James Ellroy

Tags: #Biografía

Mis rincones oscuros

 

En 1958, cuando James Ellroy tenía diez años, el cuerpo de su madre fue hallado en la cuneta de una carretera, en un pequeño pueblo cerca de Los Ángeles. Nunca se descubrió al asesino y el caso quedó cerrado. Ellroy alcanzó el éxito en su faceta de escritor de novelas tan radicales como provocativas, pero la memoria de la muerte de su madre no dejó de perseguirlo. En esta obra Ellroy da cuenta de la frustrada investigación policial; de la volátil trayectoria que tomó su vida a partir de aquel suceso trágico; de la carrera de un antiguo sheriff de Homicidios del condado de Los Ángeles llamado Bill Stoner; de la investigación que el autor y el propio Stoner emprendieron para identificar, años después, al asesino de su madre.Esta autobiografía de James Ellroy es una historia arrebatadora: sobre la naturaleza del crimen, sobre el mero pestañeo que puede separar la lujuria del impulso asesino; sobre el viaje atrevido y revelador del autor a los rincones más oscuros de su memoria.

James Ellroy

Mis rincones oscuros

ePUB v1.1

chotonegro
18.08.12

Título original:
My darkt places

James Ellroy, 2008.

Traducción: Hernán Sabaté

Editor original: chotonegro (v1.0)

ePub base v2.0

Para Helen Knode

I. LA PELIRROJA

Una vulgar noche de sábado acabó contigo. Moriste de manera estúpida y violenta, y no tuviste los medios para defender tu vida.

Tu huida a la seguridad fue un breve respiro. Me llevaste a tu escondite como un amuleto de la buena suerte. Te fallé como talismán; por eso, ahora me presento como tu testigo.

Tu muerte define mi vida. Quiero encontrar el amor que nunca tuvimos y explicarlo en tu nombre.

Quiero hacer públicos tus secretos. Quiero borrar la distancia que nos separa.

Quiero darte aliento.

1

La encontraron unos chicos.

Eran jugadores de la liga Babe Ruth, que habían salido a lanzar unas cuantas bolas. Tres entrenadores adultos caminaban detrás de ellos.

Los chicos vieron un bulto en la franja de hiedra que llegaba hasta el bordillo. Los hombres vieron unas perlas en la acera. Se produjo un ligero sobresalto telepático.

Clyde Warner y Dick Ginnold hicieron que los niños se retiraran un poco para evitar que mirasen demasiado de cerca. Kendall Nungesser cruzó Tyler Avenue a la carrera en dirección a una cabina de teléfonos que había junto a la lechería.

Llamó a la Oficina del Sheriff de Temple City y dijo al sargento de guardia que había descubierto un cuerpo. Estaba allí mismo, en la carretera junto al campo de entrenamiento de béisbol del instituto Arroyo. El sargento le dijo que se quedara allí y que no tocase nada.

Se produjo el aviso por la radio: 10.10 del domingo 22 de junio de 1958. Cadáver en King's Row con Tyler Avenue, El Monte.

Un coche patrulla del sheriff llegó al lugar en menos de cinco minutos. Segundos después, se presentó una unidad de la policía de El Monte.

El agente Vic Cavallero reunió a los entrenadores y a los niños. El agente Dave Wire inspeccionó el cuerpo.

Se trataba de una mujer, de raza caucásica. Tenía la piel muy clara y era pelirroja. Debía de rondar los cuarenta años. Se hallaba tendida boca arriba en un macizo de hiedra a pocos centímetros del bordillo.

El brazo derecho estaba vuelto hacia arriba. La mano descansaba en el suelo, pocos centímetros por encima de la cabeza. El brazo izquierdo estaba doblado por el codo y cruzaba el cuerpo a la altura de la cintura. La mano se veía crispada; las piernas, extendidas y abiertas.

Llevaba puesto un vestido azul marino de escote generoso, sin mangas y ligero. Un gabán azul oscuro con forro a juego cubría la mitad inferior de su cuerpo.

Los pies y los tobillos quedaban a la vista. El pie derecho estaba descalzo. En torno al tobillo izquierdo tenía enrollada una media de nailon.

El vestido estaba ajado y tenía los brazos cubiertos de picaduras de insectos. La lengua asomaba entre los labios y el rostro presentaba varias magulladuras. El sujetador estaba desabrochado y subido por encima de los pechos. Alrededor del cuello tenía una media de nailon y un cordel de algodón, ambos firmemente anudados.

Dave Wire habló por radio con el agente de guardia del Departamento de Policía de El Monte.

Vic Cavallero llamó a la oficina de Temple. Se dio la alerta para la recogida del cuerpo:

Que venga el forense del condado de Los Ángeles. Que vengan los del Laboratorio de Criminología de la Oficina del Sheriff y el fotógrafo. Llamad a la Brigada de Homicidios y decidles que manden un equipo.

Cavallero se detuvo ante el cuerpo. Dave Wire se acercó a la lechería y pidió un trozo de cuerda. Cavallero lo ayudó a extenderla para establecer una zona despejada en torno a la escena del crimen.

Comentaron la extraña posición del cuerpo. Parecía caído al azar y, a la vez, depositado con cuidado.

Empezaron a llegar espectadores. Cavallero los obligó a retirarse hasta la acera de Tyler Avenue. Wire observó algunas perlas en la calzada y trazó un círculo de tiza en torno a cada una de ellas.

Unos coches oficiales se detuvieron ante el cordón de seguridad. Varios agentes, uniformados y de paisano, pasaron por debajo de la cuerda.

Del Departamento de Policía de El Monte: el jefe Orval Davis, el capitán Jim Bruton y el sargento Virg Ervin. De la Oficina del Sheriff de Temple: el capitán Dick Brooks, el teniente Don Mead y el sargento Don Clapp. Los agentes de Temple llamados para contener a los curiosos eran policías de servicio o fuera de él.

Dave Wire midió la posición exacta del cuerpo: veintiún metros al oeste de la primera verja cerrada de los patios del instituto y medio metro al sur del bordillo de King's Row. Llegó el fotógrafo policial y tomó unas fotos en perspectiva de King's Row y del campo de juegos.

Era mediodía y el sol caía en un ángulo de noventa grados.

El fotógrafo tomó instantáneas del cuerpo desde arriba y desde los lados. Vic Cavallero le aseguró que los tipos que lo habían encontrado no lo habían tocado. Los sargentos Ward Hallinen y Jack Lawton llegaron al lugar y se dirigieron de inmediato hacia el jefe Davis. Éste les dijo que se encargaran del asunto, en virtud del protocolo que comprometía a poner todos los asesinatos cometidos en la ciudad de El Monte en manos de la Brigada de Homicidios de la Oficina del Sheriff de Los Ángeles.

Hallinen se acercó al cuerpo. Lawton dibujó un plano de la zona en su libreta de notas.

Tyler Avenue iba de norte a sur. King's Row la cortaba en el extremo sur de los terrenos escolares. King's Row continuaba hacia el este unos ciento setenta metros y desembocaba en Cedar Avenue, que marcaba el límite oriental de los terrenos del instituto. No era más que una vía de acceso pavimentada. El extremo de Cedar Avenue estaba cerrado por una verja. Otra valla interior resguardaba unos bungalós cerca de los edificios principales del instituto. La única manera de acceder a King's Row era por Tyler Avenue.

King's Row medía cinco metros de anchura. El campo de deportes se extendía a lo largo del límite norte. Tras el bordillo de la acera sur había una valla de alambre cubierta de maleza y una mata de hiedra de un metro de altura. El cuerpo estaba situado a setenta y cinco metros al este de la esquina de Tyler y King's Row.

El pie izquierdo de la víctima quedaba a cincuenta centímetros del bordillo. El peso del cuerpo había aplastado la hiedra.

Lawton y Hallinen contemplaron el cadáver. Empezaban a aparecer los primeros síntomas del rigor mortis: la mano cerrada de la víctima había quedado rígida.

Hallinen observó un anillo con una perla falsa en el dedo corazón. Lawton comentó que quizá los ayudase a identificarla.

El rostro había tomado un ligero tono morado. Tenía todo el aspecto de un cuerpo abandonado a altas horas de la noche.

Vic Cavallero dijo a los entrenadores y a los chavales del equipo de béisbol que se fueran a casa. Dave Wire y Virg Ervin se mezclaron con los curiosos. Se presentó en el lugar el sargento Harry Andre, un tipo de Homicidios impaciente por echar una mano.

Llegaron los miembros de la prensa. Algunos agentes de Temple se acercaron en los coches patrulla para echar un vistazo a la escena del crimen. Pasó por allí la mitad de los veintiséis hombres del Departamento de Policía de El Monte. Las mujeres blancas muertas constituían una especie de cebo.

Apareció el ayudante del forense. El fotógrafo le dijo que podía examinar a la víctima.

Hallinen y Lawton se abrieron paso hasta la primera fila para mirar. El ayudante del forense levantó el gabán y dejó al descubierto la mitad inferior del cuerpo.

No llevaba bragas, liguero ni pantis. El vestido estaba subido por encima de las caderas. No llevaba pantis ni zapatos. Esa media enrollada en torno al tobillo izquierdo. Magulladuras y pequeñas escoriaciones en la cara interna de los muslos. Unas marcas en la cadera izquierda revelaban que había sido arrastrada por el asfalto.

El ayudante del forense le dio la vuelta al cuerpo. El fotógrafo sacó algunas tomas de la parte posterior de la víctima. La espalda estaba húmeda de rocío y mostraba señales de lividez postmortem.

El ayudante del forense dijo que probablemente llevase muerta entre ocho y doce horas. La habían tirado allí antes del amanecer; el rocío en la espalda era un claro indicio de ello.

El fotógrafo sacó unas cuantas placas más. El ayudante del forense y su colaborador levantaron el cuerpo. Estaba flácido, todavía lejos del rigor mortis completo. Llevaron a la víctima al furgón y la colocaron en una camilla.

Hallinen y Lawton investigaron el macizo de hiedra y el bordillo cercano.

Encontraron una antena de coche rota en la calzada, así como una ristra de perlas en la hiedra aplastada, cerca de donde estaba el cuerpo. Recogieron las perlas rodeadas por círculos de tiza y las pasaron por el hilo del collar. Comprobaron que tenían el juego completo.

El cierre estaba intacto. El hilo aparecía roto por la mitad. Guardaron las piezas del collar en una bolsa para pruebas.

No encontraron las bragas, los zapatos ni el bolso. No vieron marcas de neumáticos en la grava junto al bordillo, tampoco había marcas que indicasen que algo había sido arrastrado en ningún punto de King's Row. La hiedra que rodeaba el lugar donde estaba el cuerpo no presentaba señales de pisadas.

Era la una y veinte de la tarde. La temperatura había subido hasta los treinta y cinco grados.

El ayudante del forense tomó muestras de los cabellos y del vello pubiano de la víctima. A continuación le cortó las uñas y las guardó en un sobrecito.

Él y su colaborador desnudaron el cuerpo y lo colocaron boca arriba en la camilla.

Había una pequeña mancha de sangre seca en la palma de la mano derecha de la víctima, así como una pequeña escoriación cerca del centro de la frente.

A la víctima le faltaba el pezón derecho. Por el tejido cicatrizal blanquecino que coronaba la areola parecía tratarse de una antigua amputación quirúrgica.

Hallinen le quitó el anillo a la víctima. El ayudante del forense midió el cuerpo, un metro sesenta y siete, y calculó su peso en sesenta y dos kilos. Lawton se marchó a dar los datos a la Central y a la Brigada de Personas Desaparecidas de la Oficina del Sheriff.

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