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Authors: Andriesse Gauke

Tags: #Policíaco

Las pinturas desaparecidas (29 page)

Fui consciente de que las circunstancias, probablemente, nunca serían mejores para cerrar, de una vez por todas, el caso que había empezado.

Los hermanos Lisetsky tenían buen aspecto, pero Simon Ferares estaba muy mal. En pleno verano había cogido un fuerte catarro que le había dejado extenuado físicamente, y ya no parecía estar en condiciones de volver a recuperarse. Mientras hablaba, se le iba cayendo la cabeza despacio hacia un lado y, sólo con lo que debía de ser un esfuerzo supremo, podía volver a levantarla. No podría ser una conversación larga, pero había querido recibirme. Por suerte, su mirada seguía despierta y estuve seguro de que lo comprendía todo.

Tras explicarle brevemente lo que quería de él, se quedó mirando inquisitivo a Eva y a Bernard Lisetsky. Bernard Lisetsky no parecía muy feliz, pero guardó silencio.

Fue su hermana quien tomó la palabra mientras miraba a Simon Ferares:

—Confiamos plenamente en su juicio.

Por respeto, Bernard asintió también con gesto aprobatorio hacia Simon Ferares.

Tras la conmoción que había surgido alrededor del retorno de la colección Lisetsky, llamaba la atención cómo los hermanos habían logrado mantenerse alejados de los medios de comunicación. A excepción de una entrevista para el
NRC Handelsblad
, realizada por una periodista de investigación que había escrito mucho sobre arte robado y era considerada una autoridad en ese campo, habían conseguido seguir en el anonimato. Y era también lo que querían ahora, eso debía ser lo primero.

Mientras miraba a Simon Ferares, me pregunté nervioso cuál sería su decisión. Era evidente que los Lisetsky ante todo querían tranquilidad, y Ella Foskett les había aconsejado dejar el asunto como estaba, pues en su opinión no tenía ningún sentido denunciar el comportamiento de Terborgh y los potenciales compradores. Desde el punto de vista jurídico, existían incluso muchas posibilidades de que se volvieran las tornas y acabaran siendo ellos los acusados, pues entre esos compradores potenciales había suficientes personas que no dudarían en elegir la ofensiva y contratar a los mejores abogados para limpiar su buen nombre. Ella Foskett se mostraba poco inclinada a acabar en ese rincón y verse obligada a defenderse. Desde el punto de vista puramente jurídico, era también una lucha sin sentido, y llegó a decir sin tapujos que resultaba bastante ingenuo querer hacer públicas todas las corruptelas que existían en el negocio del arte.

¿Pensaría este anciano, que estaba ya con un pie en la tumba, lo mismo al respecto?

—Lo que usted me pide le habría complacido a Adriaan —susurró de manera apenas audible.

Asentí y dije:

—Soy consciente de ello.

En su rostro apareció el asomo de una sonrisa:

—Ya lo suponía yo.

Desde el brazo de su silla de ruedas desplazó muy despacio, y con patente gran esfuerzo, una de sus manos hacia la mesa y dijo:

—Deme ese sobre.

Empujé en su dirección el sobre con la información de Vincent Habets.

—Gracias.

Por lo demás, ya no había más que hablar, al menos por mi parte. Confié en que el respeto que había impreso a mi palabra de agradecimiento hubiera sido suficiente.

Nos despedimos con cortesía. Sostuvo mi mano un poco más de tiempo que las veces anteriores. Como respuesta, le hice una reverencia y mantuve agachada la cabeza un poco más de lo habitual.

Sentí que en ese momento él y yo pensábamos lo mismo, pero no pude encontrar palabras que tuvieran algún significado. ¿Qué puedes decirle a alguien cuando sabes perfectamente que la despedida ya es definitiva?

Fin

LTC Diciembre 2011

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