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Authors: Kami García,Margaret Stohl

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Hermoso Final (21 page)

—De la Decimoctava Luna —continuó John en voz baja. Ninguno de nosotros quería hablar de la noche en el depósito de agua.

Lo que sólo sirvió para confundir a Link aún más.

—Ah, claro. Se dice fácil. Encontrar el libro. ¿Y qué me decís de encontrar el modo de llegar hasta donde quiera que esté el agujero en la apartada región del pantano donde el Coronel Sander haya estado viviendo durante los últimos dos años, y pedirle, de muy buenas maneras eso sí, si no le importaría desprenderse de ese horripilante libro? Así, nuestro amigo muerto podrá utilizarlo para quién sabe qué, en quién sabe dónde.

Molesta, hice un gesto con la mano para callar a Link. Una chispa saltó de la chimenea, chamuscando su pierna.

Se apartó.

—¡Basta ya!

—Tío Macon tiene razón. No es imposible —afirmé.

Liv estaba jugando con la goma elástica que mantenía su cuaderno rojo cerrado, un gesto de ansiedad que significaba que estaba pensando.

—Además, ahora Sarafine está muerta. No podrá contar con ella para apoyarle.

El tío Macon sacudió la cabeza.

—Me temo que nunca la necesitó. No estrictamente. No puedes confiar en que ahora sea más débil de lo que era. No subestiméis a Abraham.

Liv bajo la cabeza, sombría.

—¿Y qué pasa con Hunting y su banda?

Macon contempló el fuego. Observé que las llamas se hacían más altas, tornándose púrpuras, rojas y anaranjadas. No tenía forma de saber si mi tío realmente me creía o no. Ni tampoco si había creído por un solo instante que hubiera una forma de traer a Ethan de vuelta.

Pero tampoco me importaba lo que creyera, mientras estuviera dispuesto a ayudarme.

Me miró como si supiera lo que estaba pensando.

—Hunting, aunque estúpido, es un poderoso Íncubo. Pero Abraham por sí solo ya es una terrible amenaza. Si el miedo va a detenernos, deberíamos aceptar el fracaso desde ya.

Link resopló desde el suelo, justo detrás de él.

Macon le miró por encima del hombro.

—Es decir, si tenéis miedo.

—¿Quién ha dicho eso? —Link estaba indignado—. Es sólo que si voy a meterme en un nido de serpientes, me gustaría correr los mínimos riesgos.

—¡Soy yo! —John se irguió al anunciarlo, como si acabara de desentrañar la respuesta a todos nuestros problemas.

—¿Cómo? —Liv se apartó de él.

—Yo soy lo que Abraham quiere. Y lo único que no puede tener.

—No seas estúpido —gruñó Link—. Ni que fueras su novia.

—No soy estúpido. Tengo razón. Al principio pensé que yo era el Uno Que Son Dos, y también que era yo quien debía… hacer lo que hizo Ethan. Pero aquello no trataba de mí, mientras que esto sí.

—Cállate —espetó Link.

El rostro de Macon se arrugó, frunciendo el ceño. Sus ojos verdes se oscurecieron. Conocía demasiado bien esa expresión.

Liv asintió.

—Estoy de acuerdo. Haz como dice tu brillante hermano Íncubo. Cállate.

John pasó su brazo suavemente alrededor de ella, como si estuviera hablando solamente para Liv. Pero yo estaba pendiente de cada palabra suya, porque todo lo que decía estaba empezando a cobrar sentido.

—No puedo permitirlo. Esta vez no. No puedo quedarme sentado y dejar que Ethan se lleve todos los puñetazos. Por una vez voy a recibir lo que me corresponde. O
quien
me corresponde.

—¿Y ése es…? —Liv se negaba a mirarle.

—Abraham. Si le decís que queréis hacer un trato, vendrá a por mí. Me cambiará por el
Libro de las Lunas
. —John miró a Macon, que asintió.

—¿Cómo lo sabes? —Link parecía escéptico.

John sonrió débilmente.

—Vendrá. Confía en mí.

Macon suspiró, apartando la vista de la chimenea para mirarnos.

—John, aprecio tu honor y tu valentía. Eres un buen hombre, a pesar de tener tus propios demonios. Todos los tenemos. Pero deberías tomarte un tiempo para reflexionar si se trata de un intercambio que realmente quieras hacer. Tú serías nuestro último recurso, nada más.

—Quiero hacerlo —John se levantó, como si estuviera dispuesto a alistarse en ese mismo momento.

—¡John! —Liv estaba furiosa.

Macon le hizo una indicación con la mano para que se sentara.

—Piénsalo bien. Si Abraham se queda contigo, no creo que podamos traerte de vuelta, al menos no en bastante tiempo. Y por muchas ganas que tengas de conseguir que Ethan vuelva… —Tío Macon me miró de reojo antes de continuar—: No estoy seguro de que cambiar una vida por otra merezca el riesgo que Abraham representa… para cualquiera de nosotros.

Liv dio un paso poniéndose delante de John, como si quisiera protegerle de todos los que estábamos en la habitación y de todo lo demás del mundo.

—No necesita tiempo para pensarlo. Es un plan horrible. Absolutamente espantoso. El peor plan que se nos haya ocurrido nunca. El peor plan en la historia de los planes. —Estaba pálida y temblorosa, pero cuando vio que yo la observaba, se quedó callada.

Sabía lo que yo estaba pensando.

Algo que no requería que John saltara del depósito de agua de Summerville. Y que tampoco era el peor plan imaginable. Cerré los ojos.

Caer no, volar

un último zapato enfangado

como los mundos perdidos entre tú y yo.

—Lo haré —insistió John—. Me hace tan poca gracia como al resto de vosotros, pero es lo que tiene que ser.

Todo aquello resultaba demasiado familiar. Abrí los ojos para ver a Liv, desconsolada. Mientras las lágrimas empezaban a rodar por su rostro, sentí como si fuera a vomitar.

—¡No! —me escuché decir antes de darme cuenta de que lo estaba diciendo—. Mi tío tiene razón. No pienso obligarte a ello, John. A ninguno de vosotros. —Vi que el color volvía a las mejillas de Liv, que se sentó en la silla que estaba a su lado—. Ése sería el último recurso. La última oportunidad.

—Salvo que tengas otra idea, Lena, creo que la tierra de las últimas oportunidades está justo donde estamos. —John parecía muy serio. Había tomado una decisión, y le quise más por ello.

Pero sacudí la cabeza.

—La tengo. ¿Qué me decís de la idea de Link?

—¿La idea de… quién? —Liv parecía confusa.

—¿Mi qué? —Link se rascó la cabeza.

—Encontraremos el camino hasta el agujero en esa apartada región en la que Abraham ha estado viviendo durante los últimos doscientos años.

—¿Y le pediremos gentilmente que nos dé el libro? —Link parecía esperanzado. John me miró como si pensara que había perdido la cabeza.

—No. Lo robaremos, muy gentilmente.

Macon miró con interés.

—Eso significa que tal vez incluso podamos encontrar la casa de mi abuelo. Aunque me temo que la asquerosa marca de poder Oscuro que ejerce requiere toda una vida de secretos. Tratar de seguir la pista a Abraham no será fácil. Se esconde en el Inframundo.

Le miré fijamente.

—Bueno, como la persona más lista que conozco dijo una vez, estas cosas son dificultades, no imposibilidades.

Mi tío me sonrió. John sacudió la cabeza.

—A mí no me mires. No sé dónde vive ese tío; yo sólo era un niño. Recuerdo que había habitaciones sin ventanas.

—Perfecto —espetó Link—. No creo que haya demasiadas por ahí.

Liv dejó caer su mano sobre el hombro de John.

—Lo siento. —John se encogió de hombros—. Mi infancia es como una inmensa nube oscura. He hecho todo lo posible para intentar desbloquearla.

Mi tío hizo un gesto afirmativo, poniéndose en pie.

—Está bien. Entonces sugiero que empecéis en vez de por la gente más lista, por la más vieja. Tal vez tengan alguna pista sobre dónde encontrar a Abraham Ravenwood.

—¿La gente más vieja? ¿Te refieres a las Hermanas? ¿Crees que se acordarán de Abraham? —Mi estómago dio un vuelco. No es que fueran especialmente terroríficas, sino que la mitad de las cosas que decían eran difíciles de creer, cuando no estaban diciendo chorradas.

—Si no lo recuerdan, tal vez consigan inventarse algo igualmente plausible. Son lo más cercano que mi exponencial bisabuelo tiene como contemporáneas. A pesar de que a duras penas se les puede llamar contemporáneas.

Liv asintió.

—Merece la pena intentarlo.

Me puse en pie.

—Pero sólo una charla amistosa, Lena —advirtió tío Macon—. Que no se te ocurra tramar nada. Aún no estás preparada para cualquier misión de reconocimiento por tu cuenta. ¿He hablado claro?

—Cristalino —contesté, porque no había forma de convencerle cuando algo le parecía peligroso. Había estado así desde que Ethan…

Desde que Ethan.

—Yo iré contigo para apoyarte —se ofreció Link, levantándose del suelo. Link, que no era capaz de sumar más de dos cifras, pero que siempre presentía cuando mi tío y yo estábamos a punto de iniciar una pelea.

Sonrió.

—Puedo hacer de intérprete.

* * *

A estas alturas, sentía que conocía a las Hermanas tan bien como a mi propia familia. Aunque eran bastante excéntricas, por decirlo suavemente, también eran el mejor ejemplo de historia viva que Gatlin podía ofrecer.

Así es como la gente de por aquí solía llamarlas.

Cuando Link y yo subimos los escalones de Wate’s Landing, podía escucharse a la historia viva de Gatlin peleándose entre sí a través de la puerta mosquitera, como de costumbre.

—Uno no tira una cubertería en perfecto estado. Eso es una vergüenza.

—Mercy Lynne. Son cucharas de plástico. Se supone que están pensadas para que puedas tirarlas a la basura. —Thelma la estaba consolando, con la misma paciencia de siempre. Sin duda se estaba ganando un puesto en el cielo. Amma era la primera en reconocerlo cada vez que Thelma conseguía poner paz en las discusiones de las Hermanas.

—Sólo porque
algunas
personas
se crean la reina de Inglaterra no significa que tengan una corona —respondió tía Mercy.

Link permanecía a mi lado en el porche tratando de no reírse. Llamé a la puerta, pero nadie pareció oírnos.

—Ésta sí que es buena, ¿qué se supone que significa eso? —intervino tía Grace—. ¿Quiénes son
esas
personas
? Angelina Witherspoon y toda esa patulea de estrellas desnudas…

—¡Grace Ann! ¡Así no se habla, no en esta casa!

Pero eso no detuvo a la tía Grace, que continuó:

—¿… que aparece en esas revistas obscenas que siempre le estás pidiendo a Thelma que te traiga del supermercado?

—Ya vale, chicas… —empezó Thelma.

Volví a llamar, esta vez con más fuerza, pero era imposible escuchar nada por encima del barullo.

La tía Mercy estaba gritando.

—Significa que hay que lavar las cucharas buenas igual que hay que lavar las cucharas malas. Y luego las vuelves a guardar en el cajón de los cubiertos. Todo el mundo lo sabe. Incluso la reina de Inglaterra.

—No la escuches, Thelma. He visto cómo limpia la basura cuando tú y Amma no estáis mirando.

La tía Mercy resopló.

—¿Y qué si lo hago? No querrás que los vecinos murmuren. Somos personas respetables, devotas feligresas. No olemos como pecadores, y no hay razón por la que las latas tengan que oler diferente.

—Exceptuando porque están llenas de basura —resopló tía Grace.

Volví a llamar a la puerta mosquitera una última vez. Link me relevó, aporreándola con fuerza, hasta que la puerta prácticamente cedió, con una bisagra columpiándose hacia el porche.

—Uff. Lo siento. —Se encogió de hombros, incómodo.

Amma apareció en la puerta, mostrando una expresión agradecida por la interrupción.

—Atención, chicas, tenemos visita. —Empujó la puerta mosquitera para abrirla del todo. Las Hermanas levantaron la vista de sus respectivas mantas, con mirada amistosa y educada, como si no se hubieran estado gritando entre ellas un segundo antes.

Me senté en el borde de una dura silla de madera, sin acomodarme demasiado. Link, a mi lado, aún parecía más incómodo que yo.

—Y tanto que sí. Buenas tardes, Wesley. ¿Y quién viene contigo? La tía Mercy entornó los ojos, mientras tía Grace le soltaba un codazo.

—Es la novia de Ethan. Esa bonita chica Ravenwood. La que siempre tiene la nariz metida en un libro, igual que Lila Jane.

—Exactamente. Ya me conoce, tía Mercy. Soy la novia de Ethan, señora. —Era lo mismo que le decía cada vez que venía.

La tía Mercy carraspeó ruidosamente.

—Bueno, ¿de qué se trata? ¿Qué estáis haciendo aquí ahora que Ethan se ha ido y ha pasado a otro mundo o al de Más Allá?

Amma se detuvo en seco en el umbral de la puerta de la cocina.

—¿Cómo has dicho?

Thelma no levantó la vista de su labor de costura.

—Ya me ha oído, señorita Amma —dijo tía Mercy.

—¿Cómo? —tartamudeé.

—¿De qué está hablando? —Link apenas podía vocalizar.

—¿Saben lo de Ethan? ¿Cómo? —Me incliné en la silla.

—¿Acaso pensáis que no nos enteramos de nada de lo que ocurre por aquí? No nacimos ayer, y somos más listas de lo que creéis. Conocemos muchas cosas sobre los Caster, igual que sabemos los patrones del tiempo, los patrones de la ropa, del tráfico… —La tía Grace agitó su pañuelo, su voz fue desvaneciéndose poco a poco.

—Y de la temporada de recogida del melocotón. —Tía Mercy parecía orgullosa.

—Una nube de tormenta es una nube de tormenta. Y ésta ha estado abriéndose paso en el cielo durante mucho tiempo. Prácticamente durante toda nuestra vida. —Tía Grace asintió mirando a su hermana.

—A mi entender cualquier persona en su sano juicio intentaría mantenerse lejos de una tormenta como ésa —dijo Amma furiosa, y enroscó el borde de la manta alrededor de las piernas de la tía Grace.

—No creíamos que lo supieran —admití.

—¡Dios misericordioso, eres tan negada como Prudence Jane! Ella pensaba que no teníamos ni idea sobre sus excursiones subterráneas por todo el condado. Como si no supiéramos que nuestro padre fue quien la escogió para dibujar el mapa. Como si no hubiéramos sido nosotras las que le dijimos que eligiera a Prudence Jane. Siempre pensamos que era la que tenía la mano más firme de las tres —declaró tía Mercy riéndose.

—¡Dulce Redentor, Mercy Lynne!, sabes perfectamente que papá me hubiera escogido a mí antes que a ti. Fui yo quien le dijo que te lo preguntara porque no me gustaba lo rizado que me quedaba el pelo, cada vez que bajaba al Inframundo. Juro que me hacía parecer un puercoespín con una mala permanente. —La tía Grace negó con la cabeza.

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