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Authors: Jean-Christophe Grangé

Tags: #Thriller, policíaca

El orígen del mal (8 page)

—Por e-mail y por correo.

La ventaja que tenía sobre Vernoux se había ido al infierno. El joven policía llamaría a su despacho a todos los críos que llevaban Converse. ¿Obtendría más resultados que él? No. Vernoux se daría cuenta de que Kasdan había probado suerte por su cuenta y lo llamaría para echarle la bronca.

—¿Me llamarás cuando tengas los resultados?

—Ningún problema. Anoche me contaron un chiste muy bueno. Esto es Superman que ve a la Mujer Maravilla en el techo de un edificio y…

—Lo conozco. Llámame.

Kasdan marcó el número del SCOAT, el Servicio Central Operativo de Asistencia Técnica. Una decena de tipos encargados de sonorizar los apartamentos de los sospechosos. Tipos que tenían más en común con un equipo de instaladores de televisión por cable que con un departamento de alta tecnología. Tenían su base en Cheesnay, una pequeña localidad de Yvelines.

Kasdan dio con un viejo conocido: Nicolas Longho.

—¿De qué se trata, guapetón?

—Una sonorización. Wilhelm Goetz. 15-17, rue Gazan, distrito 14.

—¿Qué quieres?

—Ese tío está muerto. Encontré vuestro material en su piso, escondido encima de las cortinas.

—Eso no me dice nada.

—Sin embargo es vuestro estilo. Un amplificador fijado en el eje de la barra.

—¿Por qué metes la nariz en ese asunto?

—Al tío lo encontraron muerto en mi parroquia, la catedral armenia.

—¿Es armenio?

—No. Chileno. El micrófono demuestra que era objeto de una investigación. Quiero saber cuál. Y saber también el nombre del juez que ordenó colocar los chivatos.

—¿Y a ti quién te ha metido en este caso?

—Estoy jubilado desde hace cinco años.

—Eso es exactamente lo que suponía.

—¿Lo mirarás?

—Hablaré con mis colegas. Pero, tratándose de un chileno, yo que tú llamaría a la DST, Dirección de Seguridad Territorial, o a la DGSE, Dirección General de Seguridad Exterior.

Longho tenía razón. Había muchas posibilidades de que Asuntos Exteriores estuviera en el ajo. La mala noticia era que Kasdan se los había cruzado a menudo durante su carrera, siempre dentro de un clima de rivalidad, es decir, de hostilidad. No obtendría ninguna información por ese lado.

Marcó un nuevo número. Un antiguo compinche que había pasado a una nueva brigada especializada en sospechosos en fuga: la BNRF, Brigada Nacional de Búsqueda de Fugitivos. El hombre, un antiguo miembro de los Estupas, los de estupefacientes, se llamaba Laugier-Rustain. Todo el mundo lo llamaba Rustine.

Kasdan lo encontró en su móvil. Al reconocer la voz, el policía se echó a reír.

—¿Qué tal te va la pesca?

—Te llamo precisamente por un asunto de pesca. De pesca de grandes ejemplares.

—No me digas que todavía juegas al metomentodo.

—Solo una información. ¿Tu nueva brigada funciona en los dos sentidos?

—¿A qué llamas tú los «dos sentidos»?

—¿Buscáis a franceses que se han fugado al extranjero pero también a extranjeros que se han escondido en Francia?

—Tenemos acuerdos con las otras policías europeas, sí.

—¿Tienes criminales de guerra en stock?

—Nuestra especialidad son más bien los maleantes, los asesinos en serie, los pederastas.

—¿Podrías echar una ojeada?

—Dime exactamente qué buscas.

—Chilenos. Antiguos colaboradores de Pinochet. Tíos que tengan una orden internacional de detención pisándoles los talones y que se hayan escondido en Francia.

—Chile queda un poco lejos de Schengen. Ni siquiera sé si tenemos tratados de colaboración judicial con ese país.

—Tal vez no sea la justicia chilena la que los busca. La orden puede emanar de otro país: España, Gran Bretaña, Francia… Las denuncias provienen del país de origen de quien la pone. Muchas víctimas chilenas eran de origen europeo.

—Gracias por la lección, colega, pero entérate de que el asunto es aún mucho más complicado. Esos tíos siguen siendo chilenos; para investigarlos hace falta un acuerdo con su país de origen. No con el de los denunciantes. ¿Me sigues?

—Pero ¿puedes comprobarlo?

—¿Tienes nombres?

—No.

—¿Descripción?

—Ni idea.

—¿Crees que no tengo otra cosa que hacer que rastrear fantasmas?

—Ayer asesinaron a un chileno. Un refugiado político. Según parece, quería testificar contra sus torturadores. Solo te pido que verifiques si uno o varios de esos hijos de puta están en tus listas.

—Tiene gracia que me hables de Chile…

—¿Por qué?

—Un colega ha recibido una demanda concerniente a ese país hará menos de una hora. Espera un momento.

Kasdan esperó. Rustine volvió al teléfono.

—Eric Vernoux, primera DPJ. ¿Lo conoces?

—Es mi rival. El poli oficial en este caso. ¿Me llamarás cuanto antes?

—Debo hablarlo con mi colega. Cuenta con que tendremos la información durante el día.

—¿Podría recibirla antes que Vernoux?

—No te pases, Kasdan.

Colgó. El nombre del poli de la DPJ implicaba dos certezas. Por una parte, el capitán había conservado el caso. Por otra, el policía de la cazadora bomber no habría descartado su hipótesis: la pista política.

El armenio se levantó y se puso el chaquetón.

Era el momento, antes de pasar por las iglesias, de aumentar su cultura.

11

El dossier Pinochet.

El oro de las dictaduras.

La inidentificable democracia autoritaria.

Pinochet, frente a la justicia española.

20 años de impunidad.

Condor: el proyecto en la sombra

Chile y sus radicales cambios políticos ocupaban tres estantes de la librería. Dos de ellos dedicados a Pinochet y su dictadura. Kasdan seleccionó los libros más interesantes, bajó de la escalerilla plegable y se dirigió hacia la escalera para volver a la planta principal.

Se encontraba en el subsuelo de L’Harmattan, su librería preferida, en el número 16 de la rue des Écoles. Una librería dedicada principalmente a África y que parecía construida con libros, los cuales cubrían por completo las paredes. Las estanterías alcanzaban una altura tal que daban una escalerilla a cada cliente para que pudiera acceder a ellas.

Kasdan pagó —caro— los libros y recordó con nostalgia los buenos tiempos de los justificantes de gastos. Una vez fuera, respiró una bocanada de aire. La librería estaba al final de la rue des Écoles, donde los edificios parecen querer desentenderse del Barrio Latino y abrirse a otras zonas: la rue Monge, que sube hasta no se sabe dónde, la tienda de pianos Hamm, que sobresale como la proa de un barco, los últimos cines Action…

El armenio comprobó su móvil. Un mensaje del reverendo padre Sarkis. Devolvió la llamada.

—¿Qué ocurre?

—Ha venido a verme otro poli.

—¿De la Brigada Criminal?

—No. De la «B» no sé qué. Algo de menores.

—BPM. Brigada de Protección de Menores.

—Eso.

Kasdan puso mala cara. El informe de Puyferrat, en el que se mencionaba la huella de las zapatillas de deporte, había llegado a manos de Vernoux alrededor de las nueve. Eran las once. ¿Acaso el capitán había contactado de inmediato con la BPM para que llevaran ellos el interrogatorio de los pequeños coristas? Extraño. A Vernoux no le interesaba pasar el caso a otra brigada.

—¿Cómo era ese poli?

—Peculiar.

—¿O sea?

—Joven. Sucio. Sin afeitar. Bastante guapo. Parecía más bien un músico de rock. Hasta tocó el órgano.

—¿Qué?

—Te lo juro. Mientras me esperaba, subió a la galería. Las cintas amarillas siguen ahí. Pasó por encima y se sentó frente al teclado. Lo conectó y se puso a tocar un éxito de los años setenta.

Sarkis tarareó algunas notas con su voz ronca. Kasdan reconoció la melodía:

—«Light my fire», de los Doors.

—Tal vez, sí.

Kasdan trató de imaginar a ese poli. Un tío joven, desaliñado, pisoteando la escena del crimen y tocando un tema de los Doors en «su» iglesia. Peculiar, en efecto.

—¿Te dijo su nombre?

—Sí. Lo apunté… Cédric Volokine.

—No lo conozco. ¿Te enseñó su tarjeta?

—Sí, sin el menor problema.

—¿Qué te preguntó exactamente?

—Precisiones sobre la hora del hallazgo del cuerpo, su posición, los rastros de sangre… Pero sobre todo quería interrogar a los chavales. Como tú. A los chavales que llevaban Converse.

No cabía duda: Vernoux se había ido de la lengua. Pero ¿por qué? ¿No se creía capaz de interrogar él mismo a los críos?

—Me informaré —concluyó Kasdan—. Aparte de eso, ¿alguna novedad?

—El poli de ayer, Vernoux, ha llamado. Él también quiere interrogar a los chicos. ¿No podríais todos…?

Algo no encajaba. Si Vernoux también quería oír qué decían los críos, entonces el poli roquero llegaba de otra parte. ¿Cómo le habían informado del caso?

—¿Le has dicho a Vernoux que yo ya los había interrogado?

—Tenía que hacerlo, Lionel.

—¿Cómo ha reaccionado?

—Ha dicho que eras gilipollas.

—Te volveré a llamar. No te preocupes.

Kasdan se encaminó hacia su coche. Una vez sentado, marcó el número del capitán de la primera DPJ. El oficial no le dio tiempo a hablar.

—¿Qué coño es todo este lío? Santo Dios, ¿a qué está jugando?

—Avanzo. Simplemente.

—¿En nombre de qué? ¿En nombre de quién?

—Esa iglesia es mi iglesia.

—Escúcheme. Si lo encuentro en mi camino, aunque solo sea una vez, lo meto en chirona. Así que a ver si se calma.

—Comprendo.

—Usted no comprende nada, ¡pero le juro que lo haré!

Después de un breve silencio, Vernoux prosiguió en un tono más bajo:

—¿Le dijeron algo los críos?

—No.

—Joder. Qué desperdicio. ¡Me está fastidiando la investigación!

—Tranquilo. Algo suena. No soy el rey de los psicólogos y no esperaba que me sirvieran las confesiones en bandeja. Pero debería haber percibido una señal. Cierta turbación en el chaval que presenció el asesinato.

—¿Ninguno parecía impresionado?

—No. Tiene que haber otra explicación. Y tú, ¿en qué andas?

—¿Quiere que le dé un informe oficial firmado? No tengo nada que decirle. ¡Y no vuelva a acercarse a mi caso! —Su ira aumentaba de nuevo—. ¿Cómo fue capaz de interrogar a esos críos sin autorización? ¿Sin la menor precaución?

Kasdan no respondió. Con cada frase, esperaba que el nivel de sonido disminuyera. Y con él, la ira. Por fin, dijo:

—Un último detalle: ¿te has puesto en contacto con la BPM?

—¿La BPM? ¿Por qué habría de hacer eso?

Sin responder, Kasdan cambió de tono:

—Escúchame. Comprendo que estés cabreado. Supongo que piensas que no necesitas a un viejo como yo. Pero no olvides una cosa: solo tienes una semana para resolver el caso.

—¿Una semana?

—Sí. Es el límite. A partir de ahí se designará un juez y todo volverá a empezar de cero. Tendrás que pedir autorización para la mínima pesquisa. Por el momento, eres el dueño y señor de este caso.

Vernoux permaneció en silencio. Conocía la ley. El hallazgo de un cadáver da plenos poderes durante ocho días al servicio designado por el fiscal. Los policías que están al cargo de la investigación no necesitan ninguna comisión rogatoria. Registros, interrogatorios, detenciones preventivas… todo es posible.

—Pero necesitas ayuda —prosiguió Kasdan—. El asesinato se cometió en un sitio armenio. Y concierne a otro colectivo: el de los chilenos. Un viejo inmigrante como yo puede echarte un cable. Al final, serás tú quien coseche los laureles.

—Me he informado sobre usted —confesó Vernoux—. Fue un buen poli.

—Pretérito perfecto simple. El tiempo adecuado. ¿Habéis terminado la investigación de proximidad?

—Sí, hemos interrogado a la gente del barrio. Nadie vio nada. La rue Goujon es un desierto.

—¿Y la autopsia?

Vernoux le explicó lo que él ya sabía. Así pudo poner a prueba su sinceridad. Ese policía no era retorcido. Más bien un joven ambicioso.

—¿Cuál es tu hipótesis? —insistió Kasdan.

—Creo en la pista política. Quiero saber quién era Goetz en Chile.

—¿Has llamado a la embajada?

—Sí. Pero el único agregado que podría informarme, un tío llamado Velasco, está de viaje por dos días. Y en París no hay ningún oficial de enlace para Chile. Me pondré en contacto con el de Argentina, nunca se sabe. También he llamado a la DRI, la División de Relaciones Internacionales, y a la Interpol. Quiero estar seguro de que no hay órdenes internacionales de busca y captura.

—¿Contra Goetz?

—¿Por qué contra Goetz? No. Pienso en los verdugos, en los hijos de puta de la dictadura que se la tenían jurada al chileno. También me he puesto en contacto con la Brigada Nacional de Búsqueda de Fugitivos. Ya me han llamado. No tienen ningún chileno ni para interrogar ni en el trullo. Al mismo tiempo, he metido las huellas dactilares de Goetz en la base internacional. Cabe la posibilidad de que… Goetz fuera cualquier otro. Tendré los resultados mañana.

—Buena jugada. ¿Qué más?

—He lanzado una búsqueda a través del SALVAC para ver si había habido otros asesinatos de este tipo. En Francia o en Europa. Es decir, un asesinato perforando los tímpanos.

El Sistema de Análisis de los Lazos de la Violencia Asociados a los Crímenes era un nuevo programa informático que registraba los asesinatos cometidos en suelo francés. Un invento muy reciente, al estilo de Estados Unidos, del que Kasdan había oído hablar vagamente. Lo menos que podía decir era que Vernoux se movía.

—¿Y usted?

Kasdan giró la llave de contacto y arrancó.

—¿Yo? Estoy despertándome —mintió.

—¿Qué hará hoy?

—Footing. Luego, investigaré los archivos de nuestros feligreses. Nunca se sabe, tal vez hay algún reincidente entre los armenios…

—Nada de gilipolleces, Kasdan. Si se cruza de nuevo en mi camino, le…

—Entendido. Pero sé buen chico: tenme al corriente.

Colgó. La conversación había terminado en agua de borrajas. La confianza no había surgido. Y en ese juego de trileros era difícil saber qué guardaba cada uno en el bolsillo. No obstante, Kasdan tenía la impresión de que la colaboración estaba en buen camino.

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