El nacimiento de los Estados Unidos (1763-1816) (14 page)

La alianza francesa

Benjamin Franklin había cautivado a la sociedad francesa, cuando llegó a Francia en diciembre de 1776. Cuatro años antes, había sido elegido miembro de la Academia Francesa de Ciencias, y ahora los sabios franceses se apresuraron a reunirse con el anciano filósofo del Oeste.

Franklin, deliberadamente, se vestía de un modo muy sencillo, como un cuáquero. No usaba peluca, ni polvos ni espada; en cambio, llevaba un sólido bastón. Los aristócratas franceses estaban encantados de esta sencillez. Franklin, quien siempre se había sentido atraído por las damas (y sabía cómo abordarlas), supo muy bien encantar a las bellezas de moda de la sociedad francesa.

Gracias a Franklin, la aristocracia francesa de la corte de Luis XVI estaba totalmente a favor de la ayuda a los americanos, y este favorable clima de opinión hizo posible que el gobierno francés enviase suministros a los americanos de manera discreta. Francia también permitió a los barcos americanos usar puertos franceses en el curso de sus incursiones contra la flota británica. Pero Francia se había abstenido cuidadosamente de ir demasiado adelante en esta dirección como para provocar una colérica reacción británica.

Pero luego, el 7 de diciembre de 1777, llegaron a París las noticias de la rendición de Burgoyne.

El gobierno francés se puso en actividad cuando, por vez primera, pensó que los americanos podían realmente derrotar a Gran Bretaña. Si era así, no iba a dejar que obtuvieran su independencia sin sentir un adecuado agradecimiento a Francia. Sería muy útil para Francia tener un aliado en el continente americano. Si podía convertirse a la nueva nación en una ayuda para Francia, aún podía lograrse el empate con Gran Bretaña.

Además, si los franceses no se movían rápidamente, la rendición de Burgoyne podía llevar a Gran Bretaña a hacer concesiones que los americanos aceptarían. El Imperio Británico en América del Norte se reconstituiría y los británicos y los americanos podían entonces celebrar su reconciliación volviéndose contra un enemigo común, que sólo podía ser Francia.

(De hecho, los británicos hicieron concesiones a los americanos después de la rendición de Burgoyne. Apresurada y casi abyectamente, cedieron en todas las demandas de los americanos excepto una: no concedían la independencia. Si hubieran tomado esta actitud tres años antes, no habría habido guerra y hoy el mundo sería totalmente diferente. Pero los británicos no podían hacer que el reloj marchase para atrás. Ahora los americanos estaban resueltos a mantener su independencia. Y puesto que Gran Bretaña no podía avenirse a aceptarla, la guerra continuó.)

Los franceses, ansiosos de estimular a los americanos a resistir las rumoreadas ofertas británicas, ahora concedieron una alianza abierta.

El 6 de febrero de 1778 se selló oficialmente la alianza entre Francia y América. Se establecieron generosos acuerdos comerciales. Francia reconoció la independencia de América y se intercambiaron representantes diplomáticos oficiales. Franklin dejó de ser el jefe de una comisión no oficial; se convirtió en el ministro americano ante Francia.

Tal alianza significaba la guerra entre Francia y Gran Bretaña, por supuesto, y Francia se resignó a ella. El 17 de junio de 1778 hubo un enfrentamiento entre barcos de las dos naciones, y la guerra entre ellas se convirtió en un hecho.

Uno de los primeros frutos de la alianza con Francia fue que los suministros empezaron a llegar al helado ejército de Washington en Valley Forge. El barón von Steuben, el voluntario prusiano que servía en las fuerzas americanas, llegó a Valley Forge el 23 de febrero de 1778 y empezó a entrenar al ejército al estilo prusiano. No fue tarea fácil, y von Steuben tuvo que apelar a toda su reserva de invectivas alemanas para decir a los torpes americanos lo que pensaba de ellos. Se cuenta que, cuando finalmente quedó agotado, ordenó a un ayudante que soltase tacos a los soldados en inglés.

Pero cuando llegó el tiempo cálido, el ejército americano estaba en mejor forma y se parecía más a una fuerza de combate profesional que nunca antes.

Washington tuvo que capear otra dificultad, después de la rendición de Burgoyne. A algunos americanos les parecía que Gates era un gran general que había destruido a un ejército británico. (En realidad, Gates no había hecho nada, y si había que asignar el mérito a una persona ésa era Benedict Arnold, quien fue nuevamente ignorado, como parecía ser su destino inevitable.) En contraste con él, Washington parecía un fracaso, y en el Congreso cundía la propensión a reemplazar a Washington por Gates como comandante en jefe.

Ha circulado una leyenda de que había una verdadera conspiración a tal efecto encabezada por Thomas Conway, un soldado irlandés que había prestado servicios en el ejército francés y había llegado a los Estados Unidos sólo en 1777. Contra la recomendación de Washington, había sido designado inspector general del Ejército Continental.

Si realmente hubo tal «conjura de Conway», fue extraordinariamente inepta. Gates carecía de coraje en la lucha política tanto como en cuestiones militares y, cuando fue presionado por Washington, que hervía de indignación, rápida y cobardemente negó toda participación en el asunto. Resultó que, pese a los sucesos de Saratoga y Filadelfia, la popularidad de Washington entre sus oficiales, soldados y los americanos en general era imbatible. El Congreso se vio obligado a apoyarlo, pero lo hizo de la manera más tibia posible. Conway renunció y fue reemplazado como inspector general por el barón von Steuben.

Si los antecedentes y la personalidad de Washington lo mantuvieron en su cargo, ciertamente no sucedió lo mismo con Howe.

En la primavera de 1778, el gobernador británico decidió que estaba hasta las narices de William Howe. Para entonces, era totalmente claro que su acción en Filadelfia había sido un colosal error. Ni siquiera había logrado destruir el ejército de Washington ni había hecho ningún intento de destruirlo cuando se hallaba reducido a la piel y los huesos en Valley Forge. Su hoja de servicios mostraba tal ineptitud que es difícil evitar la conclusión de que hizo más por la causa americana que cualquier general, con excepción de Washington.

El 8 de mayo de 1778 Howe fue relevado del mando y reemplazado por Clinton, quien al menos había hecho el esfuerzo de remontar el valle del Hudson y socorrer a Burgoyne.

Clinton se encontró frente a una seria escalada de la guerra. Francia ahora estaba en ella, y Francia tenía una flota. Los buques franceses siempre habían sido derrotados por los británicos en el curso de la Guerra contra Franceses e Indios, pero no era prudente dar por descontado que los británicos obtendrían batallas navales. Había informes de que una flota francesa estaba cruzando el Atlántico, y Clinton no se atrevió a permitir que sus fuerzas se dispersaran.

Por ello, se dispuso a evacuar Filadelfia (por la cual Howe había arruinado a Burgoyne) y a concentrar sus fuerzas en Nueva York. El 18 de junio los británicos abandonaron Filadelfia e iniciaron la marcha al noreste a través de Nueva Jersey. (El 2 de julio el Congreso retornó nuevamente a Filadelfia después de una. ausenda de casi nueve meses.)

Washington no era Howe. Inmediatamente levantó el campamento de Valley Forge y se dispuso a perseguir a los británicos. Era su intención atacar a los británicos en la marcha, mientras tenían sus filas extendidas, y envió un destacamento de 6.400 hombres bajo el mando de Charles Lee, para que siguiesen el rastro y atrapasen a los británicos.

Era el mismo Charles Lee que se había insubordinado en la época de la retirada de Washington de Nueva York. Había sido tomado prisionero por entonces, pero, por una colosal mala suerte para los americanos, había sido cambiado por otros prisioneros y vuelto a tomar parte en la guerra. Washington cometió uno de sus raros errores de juicio al confiarle el mando.

Lee aparentemente pensaba que se trataba del mismo ejército que había dado vueltas por Nueva Jersey casi dos años antes y no apreciaba para nada el nuevo profesionalismo que había entrado en sus filas. Estaba seguro de que todo ataque de los americanos llevaría sencillamente a la derrota. Por ello, el 28 de junio de 1778, cuando finalmente alcanzó a los británicos dispersos en Monmouth Court House, Nueva Jersey, a unos ochenta kilómetros al noreste de Filadelfia, sólo atacó cautelosamente. Sus órdenes eran confusas, como si estuviese tratando de que cualquier infortunio que aconteciese fuese atribuido a la incapacidad de sus subordinados, no a él.

Luego, cuando Clinton inició una rápida concentración de sus fuerzas, Lee ordenó apresuradamente la retirada. Para entonces llegó Washington con el ejército principal. Horrorizado ante la vista de los americanos en retirada sin ningún signo de haber presentado una adecuada batalla, Washington le hizo saber claramente a Lee lo que pensaba. Los que sólo conocían su majestuosa reserva y su calma caballeresca le oyeron con espanto proferir toda clase de improperios. (Lee fue llevado ante un tribunal marcial el 4 de julio, y condenado el 12 de agosto. Su carrera militar terminó, y ahora se sabe que, en realidad, era un traidor que había estado trabajando secretamente para los británicos.)

Washington ordenó detener la retirada y el enérgico von Steuben reformó las columnas y las envió nuevamente adelante, pero la oportunidad de asestar un golpe apabullante a una parte del ejército británico y de hacer cundir el pánico en el resto había desaparecido. Ahora se entabló una lucha cabal entre los dos ejércitos principales, aproximadamente iguales en número.

Los americanos demostraron su temple resistiendo los ataques británicos y manteniéndose firmes. Ninguna de las partes fue expulsada del campo de batalla y las pérdidas fueron iguales, unas 350 bajas cada uno.

Durante la noche, fueron los británicos los que se escabulleron, por lo que podría ser considerada como una victoria americana. Sin embargo, los británicos estaban tratando de llegar a Nueva York, y lo lograron sin serias pérdidas pese a los esfuerzos de Washington, por lo que podría ser considerada como una victoria táctica británica. La mejor solución sería considerar la batalla de Monmouth como un empate.

Washington sólo pudo conducir su ejército hasta White Plains («Llanuras Blancas») que había dejado dos años antes, y desde allí vigilar a los británicos instalados en Nueva York. Carecía de la fuerza suficiente para atacarlos.

La guerra en la frontera

Durante la mayor parte de los tres años transcurridos desde abril de 1775 hasta junio de 1778, las batallas principales habían sido libradas cerca de las grandes ciudades de Nueva Inglaterra y los Estados intermedios: Boston, Nueva York y Filadelfia. Pero también la guerra se libraba en la frontera occidental.

La frontera bullía de colonias, y la hostilidad de los indios era grande. Durante todas las disputas crecientes entre americanos y británicos, y pese a la Proclama de 1763, el avance al oeste se había mantenido. Si hubo; un hombre del que pueda decirse que encarnó este hecho, ése fue Daniel Boone (nacido cerca de lo que es: ahora Reading, Pensilvania, el 2 de noviembre de 1734).

Cuando Boone todavía era joven, su familia se trasladó a los límites occidentales de Carolina del Norte. Desde 1767, Boone puso trampas y cazó más allá de los Alleghenies, y el 1 de abril de 1775 fundó un fuerte que llamó Boonesboro, en lo que es ahora Kentucky central. Llevó allí a su mujer y su hija, que fueron las primeras mujeres americanas que vivieron en Kentucky.

El camino abierto por Boone fue seguido por otros. Los especuladores en bienes raíces hasta trataron de formar nuevas colonias a lo largo de los bordes occidentales. Una colonia llamada «Vandalia» se formó en 1769 (y fue aprobada por el rey Jorge en 1775), en la región que es ahora Virginia occidental. En 1774, la mayor parte de la zona de Kentucky fue organizada con el nombre de «Transylvania» por Richard Henderson (nacido en el condado de Hanover, Virginia, en 1735).

Estas colonias nacieron muertas. Las colonias más viejas no permitirían su existencia. Virginia sostenía que todo el territorio en el que fueron organizadas Vandalia y Transylvania (y más allá) le pertenecía.

Pero, perteneciese o no a las colonias marítimas, la tierra de los Montes Apalaches y al oeste de éstos, estaba siendo colonizada. Se estima que, por la época de la Guerra Revolucionaria, había 250.000 colonos en las regiones del interior.

El avance hacia el oeste no dejó de hallar la resistencia de los indios. La tribu shawnee, cuyo centro estaba en lo que ahora llamamos el Estado de Ohio, consideraba parte de sus terrenos de caza a las tierras situadas al sur del río Ohio.

Lord Dunmore, gobernador de Virginia, envió partidas armadas en 1774 contra los shawnees, en lo que fue llamado la «Guerra de lord Dunmore». Después de que una de esas partidas cayera en una emboscada tendida por los shawnees, lord Dunmore reunió a 1.500 colonos de la frontera occidental de Virginia, los puso bajo el mando del coronel Andrew Lewis (nacido en Irlanda en 1720) y los envió al río Ohio. Lewis encontró fuerzas indias en Point Pleasant (nombre dado al lugar en 1770 por George Washington) en el río Ohio, a unos 260 kilómetros al sudoeste de Pittsburgh y sobre la frontera occidental de lo que es hoy el Estado de Virginia.

Allí Lewis derrotó a los shawnees, el 6 de octubre de 1774, poniendo fin a la Guerra de lord Dunmore y convirtiendo la región situada al sur del río Ohio en un sitio suficientemente seguro para la colonización. Fue la última guerra colonial contra los indios. Antes de un año más tarde, lord Dunmore se vio obligado a huir de Virginia y la colonia se convirtió en un Estado independiente.

Pero la Guerra Revolucionaria provocó un aumento de los problemas con los indios; esto fue muy peligroso, en verdad, pues los británicos formaron alianzas con las tribus indias y las estimularon a realizar incursiones en las que se mataba indiscriminadamente a no combatientes. De hecho, algunos «leales» americanos fueron peores a este respecto que los británicos.

Un notorio ejemplo fue el de John Butler (nacido en New London, Connecticut, en 1728). En 1777 reclutó «leales» e indios y formó una alianza con el jefe mohawk Joseph Brant. El 4 de julio de 1778 los «Comandos de Butler», como se los llamó, derrotaron a un grupo de colonos conducido por Zebulon Butler (nacido en Ipswich, Massachusetts, en 1731, y que no era pariente del anterior) en el valle de Wyoming de Pensilvania. Siguió una matanza indiscriminada. La pequeña ciudad de Wilkes-Barre fue totalmente incendiada y los indios reunieron 227 cueros cabelludos.

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