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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

El jugador (60 page)

–Cuántas cosas me he per... –empezó a decir.

Entonces vio el estante de madera atornillado en la pared y el objeto que había sobre él. Alargó la mano, lo acarició y lo cogió.

–Ah... –dijo Chamlis, y emitió una especie de tosecilla–. Espero que no te importe... Quiero decir que... Bueno, espero que no te parezca demasiado irreverente o que lo encuentres de mal gusto. Pensé que...

Los labios de Gurgeh se curvaron en una sonrisa melancólica y sus dedos resiguieron las superficies sin vida del cuerpo que en tiempos había sido Mawhrin-Skel. Se volvió hacia Yay y Chamlis y fue hacia la vieja unidad.

–No, no me importa, pero... No lo quiero. ¿Te apetecería quedártelo?

–Sí, por favor.

Gurgeh entregó el pequeño pero pesado trofeo a Chamlis. Los campos de la vieja unidad enrojecieron de placer.

–Viejo horror vengativo –bufó Yay.

–Esto significa mucho para mí –replicó Chamlis en su mejor tono de dignidad ofendida mientras sostenía la placa metálica junto a su parte delantera.

Gurgeh dejó su cuenco sobre la bandeja.

Un leño se derrumbó en la chimenea creando un surtidor de chispas que salieron despedidas hacia arriba. Gurgeh se acuclilló delante de las llamas y removió los leños con el atizador. Bostezó.

Yay y la unidad intercambiaron una rápida mirada. Después Yay se inclinó hacia adelante y rozó a Gurgeh con la punta de un pie.

–Vamos, Jernau... Estás cansado. Chamlis tiene que volver a casa para asegurarse de que sus nuevos peces no se han devorado entre sí. ¿Te importa si me quedo?

Gurgeh alzó los ojos, contempló su rostro sonriente con una cierta sorpresa y acabó devolviéndole la sonrisa.

Después de que Chamlis se marchara Yay puso la cabeza sobre el hombro de Gurgeh y le dijo que le había echado mucho de menos, que cinco años era mucho tiempo, y que ahora parecía un poco más dispuesto a dejarse querer que cuando se había marchado, y que... si le apetecía..., si no estaba demasiado cansado...

Yay utilizó su boca y Gurgeh fue trazando movimientos lentos y sinuosos sobre su cuerpo en formación, volviendo a descubrir sentimientos que casi había olvidado. Acarició su piel color oro viejo y los extraños y casi cómicos brotes de sus genitales en su nueva forma cóncava provocada por el proceso que acabaría volviendo a convertirla en mujer, la hizo reír y rió con ella, y también gozó con ella durante el largo momento del clímax. Después llegaron la inmovilidad y el silencio, y cada célula táctil de su cuerpo se dejó dominar por una pulsación de energía y pareció inflamarse.

Seguía sin poder dormir y acabó levantándose de la cama. Fue hasta la ventana y la abrió. El frío aire de la noche entró en el dormitorio. Gurgeh se estremeció y se puso los pantalones, la chaqueta y los zapatos.

Yay se movió y emitió un suspiro ahogado. Gurgeh cerró la ventana, volvió a la cama y se puso en cuclillas junto a ella. Tiró de las mantas para taparle la espalda y el hombro y deslizó con mucha delicadeza una mano entre sus rizos. Yay soltó un par de ronquidos, se removió y volvió a respirar con regularidad.

Gurgeh fue hasta la ventana y salió de la casa cerrando los batientes a su espalda sin hacer ningún ruido.

Cruzó el balcón cubierto de nieve y contempló las hileras de árboles que iban descendiendo hasta llegar a la negrura surcada por cabrilleos casi invisibles del fiordo. Las montañas de la otra orilla estaban aureoladas por un débil resplandor y tenues áreas de luz se movían sobre ellas vagando por la oscuridad, ocultando las Placas más alejadas y los campos de estrellas. Las nubes avanzaban lentamente cruzando la inmensidad del cielo, pero todo lo que rodeaba a Ikroh estaba inmóvil y en silencio. No hacía viento.

Gurgeh alzó los ojos y vio las Nubes entre las nubes. Su vieja luz apenas temblaba en aquella atmósfera fría y no turbada por el viento. Vio como su aliento se extendía ante él, y pensó en un puente casi impalpable hecho de humo y vapor de agua que intentara ir desde su boca hasta aquellas estrellas lejanas. Tenía las manos heladas, y se las metió en los bolsillos de la chaqueta para calentarlas un poco. Una mano encontró algo más suave que la nieve y Gurgeh la sacó del bolsillo. Era un puñadito de polvo.

Apartó la mirada del polvo para volver a contemplar las estrellas, y su imagen quedó deformada y distorsionada por el líquido que se interpuso entre sus ojos y aquellos puntitos luminosos tan lejanos. Tardó unos segundos en comprender que no estaba lloviendo.

No, aún falta un poquito para el final.

Sigo estando yo. Ya sé que me he portado mal. Habría tenido que revelar mi identidad, pero... Bueno, quizá ya la hayan adivinado, ¿y quién soy yo para privarles de la satisfacción que les habrá proporcionado el averiguarlo sin la ayuda de nadie? Sí, ciertamente... ¿Quién soy yo?

Sí, estuve allí todo el tiempo. Bueno, casi todo el tiempo, claro... Observé, escuché, pensé, evalué y esperé, e hice lo que me habían ordenado que hiciera (o lo que me pidieron que hiciera, respetemos el sentido del decoro y las normas sociales). Estuve allí, ya fuera en persona o en la forma de uno de mis representantes, mis pequeños espías.

Si he de ser sincero, aún no estoy seguro de si habría preferido que el viejo Gurgeh descubriera la verdad. Debo confesar que aún no he tomado una decisión al respecto. Al final yo –nosotros– pensé y pensamos que sería mejor dejarlo todo en manos del azar.

Por ejemplo, supongamos que el Cubo de Chiark hubiera revelado a nuestro héroe la forma exacta de la cavidad que había en el cascarón al que conoció cuando utilizaba el nombre de Mawhrin-Skel, o que Gurgeh hubiera abierto con sus manos ese montón de chatarra inerte y lo hubiera visto... ¿Habría pensado que ese pequeño agujero en forma de disco era una simple coincidencia?

¿O habría empezado a sospechar?

Nunca lo sabremos. Si están leyendo esto Gurgeh lleva mucho tiempo muerto. Acudió a su cita con la unidad de desplazamiento, fue enviado al mismísimo corazón llameante del sistema y el núcleo en perpetua erupción del sol de Chiark convirtió su cadáver en plasma. Sus átomos dispersos bailotearon en las feroces corrientes térmicas de esa gigantesca estrella, y el paso de los milenios ha hecho que cada partícula pulverizada acabase en la superficie devoradora de planetas de ese fuego cegador azotado por las tormentas, y allí habrán hervido para añadir sus parcelitas de iluminación carente de significado a la noche que todo lo abarca y contiene... Eh... Bueno, temo que este último párrafo quizá me haya salido un poquito excesivamente florido. De todas formas una vieja unidad tiene derecho a permitirse algún que otro caprichito de vez en cuando, ¿no les parece?

Dejen que recapitule lo ocurrido.

Ésta es una historia real. Estuve allí. En cuanto a los momentos en que no estaba presente y cuando no poseía datos exactos sobre lo que ocurrió –dentro de la mente de Gurgeh, por ejemplo–, confieso que no he vacilado en utilizar mi imaginación.

Pero lo que han leído sigue siendo una historia real.

¿Creen que sería capaz de mentirles?

Como siempre,

Sprant Flere-Imsaho Wu-Handrahen Xato Trabiti. Mawhrin-Skel.

Notas

1
El juego de palabras inglés se pierde con la traducción.
A fair human
es tanto «una humana rubia» como «una humana hermosa».
(N. del E.)

2
El juego de palabras que hay en la pregunta de Gurgeh se pierde en la traducción. El
come
de
You come here often?
puede significar tanto «ir a un sitio» como «correrse».
(N. del T.)

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