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Authors: Juan Valera

Tags: #Cuento

Cuentos y chascarrillos andaluces

 

Recopilación de relatos y cuentos populares de Andalucía (España) en los que se hacía burla y sátira de personajes y situaciones populares. Algunos son cómicos, otros, burlescos y algunos contienen moraleja o reflejan la sabiduría popular sobre la vida y la naturaleza humana.

Juan Valera

Cuentos y chascarrillos andaluces

ePUB v1.1

TabernaHormiga
15.09.12

Título original:
Cuentos y chascarrillos andaluces

Juan Valera, 1896.

Editor original: TabernaHormiga (v1.0 a v1.1)

ePub base v2.0

INTRODUCCIÓN

La afición al
folk-lore
va cundiendo por todas partes. Se coleccionan los romances, baladas y leyendas, los raptos líricos del pueblo, los refranes, los enigmas y acertijos, y los cuentos, anécdotas y dichos agudos que por tradición se han conservado.

Como esta afición es muy contagiosa, nadie debe extrañar que se haya apoderado de nuestro espíritu.

De romances o dígase de poesía épica popular en verso, se ha coleccionado ya mucho en España, y nada o casi nada hay que añadir. D. Agustín Durán formó la más hermosa, rica y completa colección de romances castellanos, elevando con ella un monumento triunfal a nuestra literatura. Acaso no haya pueblo en el mundo que, en esta clase de poesía, presente nada que aventaje o que al menos compita con nuestro Romancero. Para colmo en este género de la riqueza de nuestra península y para hacer mayor ostentación de ella, Garret ha reunido y publicado los romances portugueses, y D. Manuel Milá y Fontanals y D. Mariano Aguiló han reunido los catalanes.

De seguidillas y coplas de fandango tenemos también excelentes colecciones, siendo sin duda la más importante de todas la de D. Emilio Lafuente Alcántara.

Sobre refranes se ha escrito y coleccionado mucho, señalándose recientemente en este género de trabajo D. J. M. Sbarbi.

Infatigables, atinados y diligentes en reunir y publicar producciones de toda clase de la musa vulgar y anónima han sido y son aún el señor don Francisco Rodríguez Marín, residente en Sevilla y el Sr. Machado, conocido por el pseudónimo de Demófilo.

En lo tocante a cuentos vulgares ha habido, no obstante, descuido. En España nada tenemos, en nuestro siglo, que equivalga a las colecciones de los hermanos Grimm y de Musaeus en Alemania, de Andersen en Dinamarca, de Perrault y de la Sra. d' Aulnoy en Francia, y de muchos otros literatos en las mismas o en otras naciones.

En España, sin embargo, se han publicado ya no pocos cuentos vulgares. No tenemos nosotros la pretensión de ser los primeros. Nuestra pretensión es más modesta. Sólo aspiramos a que se aumente, por virtud de nuestra diligencia, el tesoro escrito de los cuentos que el vulgo refiere y que pueden perderse cuando no se escriben.

Los cuentos vulgares son de varias clases, por más que sea difícil marcar los límites que separan unas clases de otras.

Nosotros los dividiremos todos en tres clases distintas. A la primera pertenecen los cuentos de hadas o de encantamientos, los cuales son sin duda los más bonitos de todos, pero son también los menos castizos. Los tales cuentos, desfiguradas reliquias de antiguas y exóticas mitologías, y fragmentos tal vez de primitivas epopeyas, han venido emigrando desde la India, desde la Persia o desde otros países del remoto Oriente; han pasado por todas las naciones de Europa y en casi todas ellas se han naturalizado. De aquí que apenas hay cuento de Perrault que no se contase en España antes de que Perrault le escribiera, y que, en cambio, apenas hay cuento de esta clase, que en España pueda escribirse o se escriba ahora, que no esté ya escrito por un autor extranjero como propio de su tierra, donde le ha recogido de la boca del vulgo.

Otra clase de cuentos, si cuentos pueden llamarse, son hechos, lances, anécdotas o dichos conservados por la tradición en determinados lugares y tal vez desfigurados o enriquecidos con adornos por la imaginación del vulgo. De esta clase de cuentos, que nosotros titularíamos leyendas y tradiciones locales, no sabemos que haya en España una extensa colección. Muy de desear sería que esta colección se formara y se publicara.

Hay, por último, cuentos de otra clase, que son los que nosotros nos hemos decidido a reunir, y cuyo principal carácter distintivo es el de ser cómicos, jocosos o chuscos. No hay nación que no posea rico caudal de tales cuentos, inspirados por el buen humor, o sea por lo que llaman los ingleses
humour
, poniendo de moda la palabra, así en las naciones donde la han importado, como en aquellas en cuyo idioma la palabra existía ya, casi con la misma significación y sentido. En castellano, sin duda, no hemos tenido que dar a la palabra humor el sentido que
humour
tiene en inglés. Creemos que desde antiguo, aun sin llevar el calificativo de
bueno
, humor equivalía entre nosotros a
humour
entre los ingleses. Hombre de humor, era como decir hombre gracioso, chistoso, agudo y alegre. Los vocablos que nos faltaban eran los derivados de humor, que se han introducido recientemente en nuestra lengua. Son estos vocablos
humorismo
y
humorístico
.

Grande es la estimación que siempre y en todas partes se ha concedido a la literatura humorística. Hoy, que vivimos en una época triste, en una sociedad revuelta y algo desquiciada y con los espíritus llenos de melancolía, a causa, en gran parte, del alimento malsano que nos propinan los pensadores y filósofos pesimistas, lo jovial y alegre es más de desear que nunca para remedio de aquel mal, para triaca de aquel veneno y para clara demostración de que el vulgo no está, por dicha, tan aburrido y desesperado como se supone, y aun se deleita en inventar o en guardar en la memoria y en referir cosas de burlas y de risa.

Los críticos han fijado su atención, ahora más que nunca, en las producciones del humor alegre en los diferentes pueblos de la tierra.

En Londres, por ejemplo, se está publicando una serie de volúmenes elegantemente impresos e ilustrados con preciosas láminas y viñetas, que se titula
Library of humour
. En esta colección, donde cada tomo vendrá a tener 400 páginas, van ya publicados el humor de Francia, el de Alemania, el de Italia, el de América, el de Holanda, el de Irlanda, el de Rusia, el del Japón y el de España.

En el de España se insertan, por orden cronológico y muy bien traducidos, fragmentos o pasajes de las obras de nuestros singulares autores, desde el poema del Cid, hasta las novelas y versos de los autores que hoy viven, como Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán, Palacio Valdés, Campoamor y Leopoldo Alas. Contiene, además, el tomo de
El humor de España
no pocas producciones anónimas, como son proverbios, cantares del pueblo, anécdotas, chistes de los periódicos, y cuentos y chascarrillos vulgares.

En la colección que nosotros vamos a ofrecer al público, nos limitaremos a un solo género, pero en extremo abundante: a los cuentos y chascarrillos, y no a los que se cuentan por todas partes, sino a los que hemos oído contar en Andalucía, distinguiéndose casi todos ellos por cierto color y cierta traza propios de aquella tierra. No es esto afirmar que todos nuestros cuentos sean de invención andaluza. Difícil, casi imposible, sería averiguar el origen de cada uno. Sólo afirmamos que los cuentos y chascarrillos que insertamos en este volumen, se cuentan todos en Andalucía. Acaso pasen de setenta los que vamos a coleccionar aquí pero como hay centenares y centenares, es evidente que se nos quedan muchos en el tintero. Otros colectores o nosotros mismos, si este tomo no desagrada al público, podrán o podremos aumentar la colección con nuevos volúmenes.

En el presente hemos procurado exponer con fidelidad cada una de las historias, tales como el vulgo las refiere, y hasta imitar, en lo posible, la natural sencillez del estilo del vulgo. Nada, absolutamente nada, es invención nuestra.

No faltan cándidos autores que califiquen a la musa popular de casta. Y, ¿quién sabe? Acaso lo sea en el fondo. Acaso no peque sino por lo franca y desprovista de aquellos disimulos, pleguerías y circunloquios que encubren la desnudez, y constituyen, o si no constituyen, contrahacen la decencia.

De todos modos, nosotros damos por seguro que hasta los cuentos más verdes del vulgo, son en el fondo menos contrarios a la moral que muchas atildadísimas novelas, donde no hay frase, suceso ni lance escabroso que no esté envuelto en un velo tupido de perífrasis poéticas y elegantes. En suma, los cuentos y chascarrillos vulgares, más que por inmoralidad, pecan a veces por rudeza y grosería. A fin de no escandalizar o disgustar con dicho defecto, hemos suprimido no pocos cuentos que ya teníamos redactados y que nos parecían graciosos. No hemos podido, sin embargo, resistir a la tentación de incluir en este tomo algunos de aquellos cuentos en que se nota con mayor o menor intensidad el defecto ya mencionado. De esperar es que nos lo perdone el benigno lector, a quien humildemente nos encomendamos. Entiéndase, a fin de que se logre este perdón, que no componemos un libro para lectura, instrucción y recreo de señoritas y de niños. Y entiéndase además que en este libro no tenemos la única pretensión de entretener y divertir, sino que también tenemos la única pretensión de fijar y de guardar por escrito algo de lo que pudiéramos llamar la poesía épico-cómica vulgar y difusa, prestándole adecuada forma literaria para que se salve del olvido.

Nos importa advertir, por último, que el pueblo español, por lo mismo que es muy creyente y fervoroso católico, trata a veces con pasmosa confianza las cosas divinas, sin que en esta familiaridad haya irreverencia ni mucho menos malicia. Cuento hay que, interpretado por un espíritu pervertido y avieso, podría creerse compuesto por Voltaire, pero que en realidad es invención de nuestro pueblo, el cual le inventó con candor y no tuvo ni remotamente al inventarle el propósito de ofender a Dios, ni a los santos, ni a los ángeles, ni de contradecir o impugnar en lo más mínimo los dogmas y creencias de nuestros mayores.

Es casi seguro que muchos de los cuentos del vulgo andaluz que parecen más volterianos, fueron compuestos en los claustros y en las sacristías, por gente de sotana y cuando había Inquisición en nuestro país, y fueron oídos y celebrados con risa por clérigos, frailes y familiares del Santo Oficio. Juzgaban éstos, y en nuestro sentir importa conservar el mismo criterio, que la verdad católica y la pureza de la fe que la acepta y la conserva sin menoscabo, están tan altas, que no hay chiste que las hiera o lastime. Y están tan arraigadas en la mente y en el corazón de los españoles, que ni en lo antiguo se concebía ni se debe concebir ahora que haya chuscada que prevalezca contra ellas, ni chusco, narrador o inventor de cuentecillo que al componerle o referirle haya tenido la menor intención antirreligiosa.

Todavía en abono de nuestro propósito de coleccionar cuentos vulgares, nos incumbe decir que los que coleccionamos y publicamos ahora están inmediatamente tomados de la boca del vulgo, pero que sería muy curioso e interesante reunir y coleccionar también otros cuentos vulgares de España, no de los que han recibido ya forma literaria y están en colección como la del Conde Lucanor del Infante D. Juan Manuel, la del Patrañuelo y la del Alivio de caminantes, de Juan de Timoneda, y como la hecha recientemente de cuentos mallorquines por el Archiduque de Austria Luis Salvador. Estas colecciones existen ya y lo curioso sería coleccionar la multitud de cuentos que han recibido también forma literaria y se hallan esparcidos en las obras, en verso y prosa, de nuestros más ilustres autores clásicos.

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