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Authors: Jude Watson

Caza letal (10 page)

La cazarrecompensas redobló sus esfuerzos, lanzando un repentino ataque que hizo que Obi-Wan y Qui-Gon retrocedieran hasta el borde de la plataforma de aterrizaje. La mujer había cogido la pistola láser de Astri y disparó una ráfaga con una mano mientras chasqueaba el látigo con la otra.

Los sables láser se movían a la velocidad del rayo para rechazar la ofensiva. Ella aprovechó su ventaja y les hizo caer desde la plataforma hasta la nieve.

El terreno era inestable. Obi-Wan se preparó para un ataque, pero la cazarrecompensas cambió de táctica. En lugar de seguir presionando, les dio la espalda y corrió hacia el otro extremo de la plataforma.

Se colocó en el borde y activó un dispositivo que llevaba en el cinturón. Un material de fina piel salió disparado de los hombros y los muslos de la mujer y la envolvió como una cuna. Ella dio un salto y aterrizó de espaldas en la nieve. Luego hundió los talones y Obi-Wan vio que ahora le salían espuelas de las suelas de las botas.

—Como siempre, está preparada —dijo Qui-Gon.

Con un empujón, la cazarrecompensas se impulsó y bajó la ladera de la montaña en su trineo improvisado, cada vez con mayor velocidad.

—Va a alcanzar a Didi y a Astrí desde abajo —dijo Obi-Wan—. Se pondrá entre ellos y el vehículo.

—Exactamente. Tenemos que alcanzarlos antes.

Didi y Astri habían avanzado bastante. Aunque el terreno presentaba dificultades, la desesperación les había dado impulso. Todavía no habían visto a la cazarrecompensas.

Obi-Wan y Qui-Gon se apresuraron a bajar por la empinada falda de la montaña en dirección a ellos, esquivando cuidadosamente el hielo y los peñascos. Obi-Wan escudriñó la montaña mirando a la cazarrecompensas. No podía imaginar cómo iba a detener su ascenso, pero, mientras se deslizaba, la mujer desplegó el látigo. Con un movimiento hábil, el arma se elevó en el aire y se enredó alrededor de un peñasco escarpado. Cuando se tensó, ella hundió los talones en la nieve. Había detenido su vertiginoso descenso. Se giró a un lado y se levantó de un salto, quitándose el trineo y echando a correr por la ladera.

Ascendía a bastante velocidad. Qui-Gon alertó a Didi y a Astri de que tenían a su enemiga justo debajo.

Ellos dudaron, sin saber adonde dirigirse. Se abrazaron el uno al otro, a la sombra del peñasco. Si seguían bajando, se darían de bruces con la cazarrecompensas. Y estaba demasiado inclinado para escalar.

Didi miró a Qui-Gon con gesto indefenso.

—¡Quedaos ahí! —gritó Qui-Gon mientras atravesaba un montón de nieve—. Ya vamos.

Obi-Wan no estaba preocupado. Se encontraban más cerca de Didi y Astri que la cazarrecompensas. Iban a llegar antes que ella, no cabía duda.

Estaban casi a la par, cuando la cazarrecompensas hizo chasquear su látigo en dirección a Astri. Se desplegó mucho más de lo que ellos habían visto en ocasiones anteriores, alargándose cada vez más mientras surcaba el aire. No estaba en modo láser, así que no cortó a Astri. En lugar de eso se enrolló en su tobillo. Didi intentó desesperadamente sujetarla, pero Astri se cayó al suelo y fue arrastrada montaña abajo, en dirección a la cazarrecompensas. Al mismo tiempo, la mujer echó mano a la funda, extrajo su pistola láser y disparó a Didi. Él cayó lentamente, en silencio.

—Sabe que Astri tiene el datapad —dijo Qui-Gon sombrío—. Ve con Didi. Tengo una idea.

Qui-Gon activó de nuevo el sable láser y lo apuntó hacia delante, dando estocadas a un lado y a otro para abrirse camino. El hielo se derritió en segundos y al fin llegó a tocar el suelo. Avanzó rápidamente montaña abajo, pero no lo suficiente.

Obi-Wan utilizó la misma técnica para llegar hasta Didi. Esperaba de todo corazón que siguiera vivo. Se arrodilló junto a él y se sacó el botiquín de emergencia del cinturón. Vio la mancha de sangre que se expandía por la túnica de Didi y la rasgó. Luego le aplicó un poco de bacta en la herida.

Didi abrió los ojos lentamente. La desesperación se dibujaba en su profunda mirada.

—Astri —murmuró.

Obi-Wan se giró. Qui-Gon no había llegado todavía a la cazarrecompensas, pero Astri sí. Estaba tumbada a los pies de su enemiga. La cazarrecompensas le clavaba una bota en el pecho y se agachaba para recoger el datapad que había caído de la túnica de Astri. Ésta agarró el datapad con firmeza agónica. La cazarrecompensas puso el látigo en modo láser, y éste comenzó a brillar.

Qui-Gon estaba demasiado lejos para detenerla.

—Astri —se lamentó Didi.

Obi-Wan invocó a la Fuerza. Sintió la potencia en los músculos al saltar del lado de Didi hasta el peñasco. En cuestión de segundos, llegó a la cima. Flexionó las rodillas y reunió energía para el salto. Voló por los aires, tan alto, que la cazarrecompensas sintió su presencia en el cielo y miró hacia arriba confundida. Apenas le dio tiempo a taparse con el brazo antes de que Obi-Wan, empleando la misma técnica que había utilizado en la casa, aterrizara sobre ella con toda su fuerza. Le golpeó en los dos hombros con tal fuerza que la empujó hacia atrás. Obi-Wan aterrizó en la nieve, con los pies plantados uno a cada lado de la cazarrecompensas y con el sable láser alzado.

—Ya basta —dijo él.

Ella se quedó rígida, pero él percibió algo de movimiento en la mano derecha. Obi-Wan vio el resplandor de una vibrocuchilla. Moviendo sólo los dedos, la mujer la lanzó hábilmente en dirección a Astri.

La estocada de Obi-Wan llegó tarde por milésimas de segundo y consiguió herir a la cazarrecompensas en los dedos. Al mismo tiempo, el joven Jedi saltó hacia atrás girando en el aire para interceptar la cuchilla con la otra mano. Utilizando sus reflejos Jedi ralentizó el tiempo y pudo visualizar exactamente por dónde cogerla. La empuñadura se hundió en su mano.

La cazarrecompensas hundió los dedos en la nieve por un momento y se mordió el labio.

El dolor debía de ser terrible y, por primera vez, la mujer articuló palabra. Sus ojos llameaban odio hacia Obi-Wan.

—Me... las... pagarás.

De repente, un cable salió disparado desde el cinturón de la mujer. Una baliza de rescate conectada a su crucero comenzó a enrollarse tirando de ella hacia atrás. Su cuerpo daba tumbos contra el hielo. Parecía algo terriblemente doloroso.

—Quédate con ellos —le ordenó Qui-Gon, y salió detrás de ella.

Obi-Wan vio cómo Qui-Gon alcanzaba a la cazarrecompensas. Ella trepó a su crucero. Los motores se encendieron y la rampa de descenso comenzó a cerrarse mientras Qui-Gon daba un enorme salto y aterrizaba en ella.

Horrorizado, Obi-Wan vio el resplandor de los disparos de una pistola láser. Qui-Gon se tambaleó.

—¡Maestro! —gritó Obi-Wan.

Qui-Gon cayó hacia atrás y se hundió en las entrañas de la nave. La rampa se replegó, y la nave se elevó en el aire y salió disparada hacia la lejana atmósfera.

Obi-Wan escuchó el viento sobre la superficie de la nieve como si no lo hubiera oído hasta ese momento. Astri respiraba con dificultad tras él. El eco de su propio grito de furia retumbó en las montañas mientras veía partir la nave.

¿Había capturado la cazarrecompensas a Qui-Gon o había sido al revés? ¿Estaría mortalmente herido? ¿Estaría vivo... o muerto?

La rabia de la incertidumbre le daba ganas de derrumbarse, pero había heridos de los que se tenía que ocupar. Qui-Gon le había dicho que se quedara.

—No desesperes, Qui-Gon —susurró—. Te encontraré. Aguanta.

Encontraría la forma de rescatar a su Maestro.

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